Vi el fenómeno en vivo y en directo gracias a la televisión. El agua filtraba a chorros, mientras se desprendían grandes trozos del cielo raso y el suelo era un riachuelo que desbordaba por las escaleras, carcomiendo a su paso la superficie martelinada. Hasta la planta baja era laguna, que conserjes y algunos guardias de seguridad trapeaban, mientras escapaban a la carrera asesores y asambleístas. De pronto sobrevino la oscuridad, al suspenderse la energía eléctrica en prevención de cortocircuitos. Y, según la reseña que publicó ayer Expreso, la orden de desalojo del edificio se dispuso a las 13:00.

Mientras veía lo antedicho yo pensaba para mis adentros: mejor calafateada, sin duda, estuvo el arca de Noé, que soportó sin hacer agua no tan solo media hora de aguacero sino cuarenta días y cuarenta noches de diluvio, gracias a lo cual pudieron salvarse hasta los animales, tanto los puros cuanto los impuros, según relata el Génesis. Y por eso lo ocurrido anteayer en Montecristi me pareció un signo premonitorio que debemos tener muy en cuenta los ecuatorianos, antes de que el agua, que ya nos está llegando al cuello, siga subiendo.

Tras el referido noticiario, otro televidente llamó a una popular radioemisora en la que lo escuché decir: “Veo que el casino se les  está cayendo a pedazos en Montecristi”. He aquí otro modo de ver e interpretar el mismo signo premonitorio: como una cuestión relacionada con los juegos de azar. Ciertamente muchos apuestan así, para probar al azar, una vez más, la suerte del Ecuador y los ecuatorianos. Respeto pero no concuerdo, de ninguna manera, con esa visión e interpretación. Entre otras razones porque  en ese “casino” los resultados no provienen del azar, sino que allí las cartas  están marcadas, los dados cargados y la ruleta amañada. Todo está fríamente calculado, como suele decir el Chapulín Colorado.

También está así el proyecto de Constitución a dictarse: prefabricado y pronto para desvelarse de apuro, en la fecha más conveniente para los designios de la dictadura. Tal como lo fue la edificación de costo millonario, que anteayer no pudo soportar el primer aguacero fuerte. Considerando lo cual el presidente de la tal Asamblea,  tan preocupado en gestionar cosas de estricta seguridad, como acaba de ser descubierto por oficios con su firma, gestione colocar bajo el asiento de cada asambleísta un chaleco salvavidas y encomiende al Corcho Cordero, auxiliado por los sobrecargos y azafatas que corresponda, enseñar antes de cada sesión cómo se pone y se infla.