Basado en esta fructífera experiencia viajé a México transportando el tremendo Ulises, de James Joyce. Fue otro acierto. En mi solitario peregrinaje no podía menos que identificarme con Leopold Bloom, el personaje joyceano, en su incierto caminar por Dublín. México, ciertamente bella, es gigantesca, todo allí es colosal, pero es una urbe del Tercer Mundo. Descubrir las referencias homéricas en el libro del irlandés es arduo. La tierra azteca puede ser un país de los lotófagos, su excelente gastronomía, que los chiles incendian, y el insidioso tequila pueden hacer que uno se olvide de su mundo y no quiera regresar. Los lestrigones, gigantes caníbales, dejaron grandes fortalezas rocosas. Sus descendientes aún insisten en la victoria de López Obrador y quieren comérselo vivo a Felipe Calderón. Antífates, el rey de los antropófagos, solo se muestra con un pasamontañas. Los países latinoamericanos tienen que singlar entre el Caribdis de la demagogia y el Escila del mercantilismo.

Volvemos en clase económica. Las aerolíneas se esfuerzan actualmente en hacerte sentir que vas en segunda. Pero no llegué a Ítaca sino a la cueva de Polifemo el cíclope, que tiene un solo ojo, es decir que su visión es unilateral. La perífrasis de Joyce del episodio homérico es lo más brillante de esas mil páginas. En una cantina Leopold Bloom disputa con un “truculento troglodita” nacionalista. En efecto, pocas cosas más tuertas que el nacionalismo. El escritor irlandés no respeta los fetiches: “Un color de vanguardia para nuestros poetas irlandeses: verdemoco” (todos los entrecomillados son citas literales del Ulises). Fuera de lugar aquí está Nausícaa, “una ninfa inmortal, belleza, la novia de Nadie”. Ulises es Nadie para el cíclope.

Nadie camina: “Barba apuntando canas… A saber cómo tendría el coraje para declararse a una chica”. Se cruza con un personaje vestido de anaranjado, parece que no leyó a Joyce: “Mete a un extraño en tu torre y muy fácil será que tú te quedes con la segunda mejor cama”. El joven diputado, claro, está llorando. “Dios hizo el paisaje, el hombre el paisanaje”… Nadie me ataca, grita Polifemo en la Odisea. Dirán lo mismo: “La gente aguanta que le muerda un lobo pero lo que verdaderamente le saca de quicio es que le muerda una oveja”.

Ven, Nausícaa, te sacaré de la cueva. ¿Sabes que Nausícaa significa quemadora de naves? “La historia es una pesadilla de la que intento despertar”.