Mientras leo la nueva biografía de Albert Einstein escrita por Walter Isaacson, he estado pensando en China. Este país ni siquiera es mencionado en el libro Einstein; su vida y universo, pero la estimulante y provocativa manera de Isaacson para contar la carrera de Einstein cae justo en dos debates muy candentes con respecto a China.

En primer lugar, ¿qué nos dice la vida de Einstein con respecto a la relación entre la libertad y la creatividad? O para expresarlo audazmente: ¿Puede China volverse tan innovadora como Estados Unidos, dominar el siglo XXI, como muchos pronostican, cuando el país censura el sitio de Google en internet y mantiene estrictos controles políticos, al tiempo que establece una economía de mercado?

En segundo lugar, ¿cómo podemos los estadounidenses competir con China, sin consideración a nuestro grado de libertad, cuando tantos jóvenes de China están estudiando ciencia y matemática y hay tantos jóvenes estadounidenses abandonando sus estudios? O para expresarlo más audazmente: Si Einstein estuviera vivo hoy y aprendiera ciencia de la aburrida manera que se imparte en tantas escuelas de Estados Unidos, ¿acaso no habría terminado en un fondo de inversiones de Wall Street en vez de haber desarrollado las teorías de la relatividad para, luego, obtener un Premio Nobel?

La perspectiva de Isaacson sobre la vida de Einstein es que se trata de un testimonio del inquebrantable nexo entre la libertad humana y la creatividad.

“La totalidad del tema central del siglo pasado, y de la vida de Einstein”, dijo Isaacson en una entrevista, “gira en torno a personas que escaparon de la opresión con el fin de viajar a otros países para pensar y expresarse. Einstein huye del rutinario aprendizaje y autoritarismo de Alemania en su adolescencia, en la década de 1890, y viaja a Italia y Suiza. Después, huye de Hitler para ir a Estados Unidos, donde se resiste tanto al mcarthysmo como al estalinismo debido a que creía que la única forma de tener creatividad e imaginación radica en fomentar el pensamiento libre y rebelde”.

Si se consideran las principales teorías de Einstein –la relatividad especial, la relatividad general y la teoría cuántica de la luz–, “en su totalidad provienen de dar saltos rebeldes e imaginativos, que desecharon la vieja y convencional sabiduría”, anota Isaacson. “Einstein pensaba que la sociedad más libre, con el pensamiento más rebelde, sería la más creativa. Si los estadounidenses vamos a tener cualquier ventaja sobre China, se deberá a que fomentemos a los rebeldes, imaginativos y libre pensadores, en vez de intentar ejercer control sobre la expresión”.

Mi instinto me dice que eso es correcto, pero mi mente me dice que no pase por alto algo que Bill Gates dijo en China el otro día: que al poner las computadoras personales, la educación e internet en las manos de cada vez más chinos, se está convirtiendo a China no solamente en un enorme mercado de software “sino también en uno de los contribuyentes de este mercado. La innovación aquí avanza realmente a un paso acelerado”.

¿Llegará China a un tope en cuanto a la innovación debido a su autoritarismo político? Sobre esto debemos estar muy atentos.

En el ínterin, deberíamos prestar atención a otro de los discernimientos de Isaacson con respecto a Einstein: Él encontraba belleza pura y deleite creativo en la ciencia y las ecuaciones. Si tan solo pudiéramos transmitir eso en la forma en que enseñamos ciencia y matemática, quizás podríamos fomentar el surgimiento de otro Einstein –hombre o mujer– y no tendríamos que preocuparnos de que hay tantos ingenieros y científicos en nuestras escuelas de posgrado que provienen de China que las clases podrían ser enseñadas en chino.

“Lo que Einstein logró hacer fue pensar visualmente”, explicó Isaacson. “Cuando veía las ecuaciones de Maxwell a la edad de 16 años, visualizaba cómo sería viajar junto a una onda de luz e intentar seguir su ritmo. Se percató de que esas ecuaciones describían algo en realidad maravilloso.

“Al ser capaz de visualizar y pensar de manera imaginativa con respecto a la ciencia, pudo ver lo que científicos más académicos no lograron percibir: que si uno trata de interponerse al paso de un rayo de luz, las ondas viajarán a la misma velocidad, pero el tiempo se desacelera para el espectador. Esto fue un salto que científicos mejor educados no pudieron dar porque no contaban con imaginación visual”.

Si deseamos que nuestros hijos aprendan ciencia, no podemos abordarla como una materia aburrida o intimidante. “Tenemos que recordarles a nuestros hijos que una ecuación matemática o una fórmula científica es tan solo una pincelada que el buen Señor usa para trazar una de las maravillas de la Naturaleza”, dice Isaacson, “y deberíamos considerarla como una hermosa forma de arte, literatura o música”.

Mi cita favorita de Einstein es que “la imaginación es más importante que el conocimiento”. Una sociedad que restringe la imaginación tiene escasas probabilidades de producir más Einsteins, sin consideración a cuánta gente educada tenga. Con todo, una sociedad que no estimula la imaginación cuando se trata de ciencia y matemática tampoco tiene buenas probabilidades de lograrlo sin importar cuánta libertad tenga.

Así que mi idea, después de haber leído el libro de Isaacson, es que si Albert Einstein estuviera vivo hoy día, les diría a Estados Unidos y a China que aún tienen deberes pendientes.

© The New York Times News Service