El texto que sigue refleja la visión de The New York Times sobre las recientes elecciones presidenciales en nuestro país. El artículo se publicó en el diario neoyorquino un día antes del proceso electoral del domingo.
Nadie puede acusar a Ecuador, que elegirá a su octavo presidente en diez años este domingo, de tener una política aburrida.
Rafael Correa, uno de los candidatos en la segunda vuelta electoral de este domingo, rasga su guitarra ante los concurrentes a una reunión entre promesas de darle de cintarazos a la élite política y cerrar la última base militar de Estados Unidos en Sudamérica. Luego critica acerbamente a la administración Bush hablando en el elegante inglés que aprendió mientras estudiaba un doctorado en economía en la Universidad de Illinois.
Álvaro Noboa, su contendiente, es un multimillonario que distribuye computadoras gratuitas y dólares a manos llenas en sus mítines. Noboa, magnate bananero que es el hombre más rico de Ecuador, se hincó este mes en una tarima electoral para pedir votos, describiéndose como un “mesías de los pobres”.
Sin embargo, la contienda es mucho más que entretenida; el resultado podría darle una nueva cara a las relaciones del poder en América Latina.
Noboa, de 56 años, sorprendió a los analistas al ganar la primera ronda electoral en octubre y luego mantener en las encuestas una ventaja de dos dígitos durante buena parte del mes pasado. Un triunfo de Noboa, que ha fracasado en otras dos campañas, alinearía a Ecuador, país exportador de petróleo de 13 millones de habitantes, con países andinos como Colombia y Perú, que han fortalecido sus vínculos con Estados Unidos.
Según la ley, los resultados de las encuestas no pueden ser publicados en los 20 días previos a unos comicios, y, en días recientes, cada uno de los candidatos ha alegado que tiene una amplia ventaja. Sin embargo, los resultados de las encuestas conducidas en parte para bancos extranjeros fueron intercambiados, a través del correo electrónico, a lo largo del país, creando así un cisma de información entre quienes tienen acceso a internet y quienes carecen de él.
Uno de esos sondeos, por parte de la firma Cedatos-Gallup, divulgado este viernes para clientes del banco de inversiones Credit Suisse, mostró que entre las personas que se proponen salir a votar, Correa tenía un respaldo de 52%, comparado con 48% para Noboa. Esta encuesta tiene un margen de error de tres puntos porcentuales, lo cual esencialmente deja a los candidatos en un empate estadístico. Si bien las encuestas a menudo no son confiables en Ecuador, los resultados crisparon a los mercados financieros el viernes, con inversionistas rematando bonos ecuatorianos en Nueva York.
Ramiro Crespo, presidente de Analytica Securities, banco de inversiones en Quito, dijo que estaba tan cansado de la reciente historia de inestabilidad política en Ecuador que anularía su propio voto. (En Ecuador, es obligatorio votar).
“Estoy harto de elegir el menor de los males”, dijo, agregando: “Correa es un sofisticado académico que ve la economía en términos abstractos, pero nunca ha tenido que hacer una nómina cada viernes, ya no digamos administrar un país”.
Correa, de 43 años, ha moderado un poco sus radicales palabras en semanas recientes, reuniéndose con el embajador de Estados Unidos en Quito y diciendo que sus severos comentarios acerca del presidente Bush fueron “imprudentes”. Con todo, aún dice que él renegociaría la deuda externa de Ecuador y que se opone a la renovación de un acuerdo que le permite operar a las fuerzas armadas de Estados Unidos desde Manta, ciudad portuaria en la costa del Pacífico.
El aspecto más polémico con respecto a Correa es que hace alarde de su amistad con el presidente venezolano, Hugo Chávez, al cual le alegraría incluir a Ecuador en una alianza antiestadounidense que por ahora incluye a Bolivia y Cuba.
Chávez había estado inusualmente tranquilo con respecto a la elección presidencial en Ecuador, quizás irritado por las recientes derrotas de candidatos vinculados con Venezuela en Perú y en México, pero rompió ese silencio este mes en una conferencia de prensa con periodistas extranjeros en Caracas, describiendo a Noboa como “el rey bananero que explota a sus trabajadores y explota a niños y los pone a trabajar”.
Noboa niega que hayan existido niños trabajando en plantaciones de banano vinculadas con su empresa, aunque el grupo por los derechos Human Rights Watch documentó en el 2002 varios casos de menores trabajando en dichas circunstancias en plantaciones que abastecían la empresa de Noboa.
Cuando aparece a veces en público con un gran crucifijo alrededor del cuello, Noboa se ha referido a Correa como un “diablo comunista” y “coronel”, en alusión a su admiración por el militarista Chávez.
“Noboa ha sido un demagogo puro, con promesas que son imposibles de cumplir, como la construcción de 300.000 casas, curar a los enfermos, reducir a la mitad los costos de la electricidad”, dijo Fernando Santos, analista político y ex ministro de Energía.
De cualquier forma, Noboa se volvió más moderado en días recientes, diciendo que él no rompería los laxos diplomáticos con Venezuela y Cuba como había prometido antes.
El ganador será elegido para un mandato de cuatro años y enfrentará a un Congreso fragmentado y poderoso, uno de los mayores impedimentos para que los presidentes concluyan sus mandatos en Ecuador, aunque Correa estaría en una posición de mayor debilidad que Noboa, que cuenta con una base más fuerte en el Congreso.
Algunos analistas temen que Noboa, que ya es una imponente figura empresarial que controla más de 100 negocios, utilice su periodo al frente del país para lograr que avancen sus intereses económicos, preocupación repetida por Correa en cuanto a que su oponente gobernaría al país como una “plantación bananera”.
The New York Times News Service