¿Están leyendo en EL UNIVERSO los fascículos de La botica de la abuela? ¡Cómo nos instruyen para que, mediante los remedios más simples, nos mantengamos sanos, rozagantes! ¡Y juertes!

Por ejemplo, ¿ustedes han sido obligados a ver, noche tras noche, las cadenas nacionales mediante las cuales cada ministro hablaba sobre su magna obra en el palaciego gobierno que nos aqueja? ¡Ayayay! A resultas de ello, ¿sienten un malestar estomacal que les produce retortijones seguidos de náuseas y mareos? Bueno, si todo eso les pasa, en la botica de la abuela encontrarán que la solución para sus males es el ajo. No, no digo que ustedes masquen ajos, sino que se los den a esos ministros que aparecen en las cadenas, y no se callan. Con mesejante aliento nadie les va a aguantar y, al grito de ¡fuchi, fuchi!, todos apagaremos la tele apenas comienzan a enumerar las miles de obras que han hecho. ¡Cuántas propiedades curativas tiene el ajo! Ahora, si quieren curarles del todo a los ministros, también dénles cebolla. Digo, porque es buena para el estreñimiento. ¡Es que toditos salen con una cara de estriñidos! Y eso que tienen médico en casa. Pero él creo que sabe solo del corazón, y no del estómago.

Siguiendo por esa línea, contra los malos olores de la evacuación la abuela recomienda encender dos o tres cerillas después de la susodicha evacuación, y echarlas en el inodoro. ¡Qué práctica receta! O sea que cuando nosotros nos encontremos con algunos de la Sociedad Patriótica o del PRE, lo que tenemos que hacer es prender rapidito dos o tres cerillas y ¡tac!, se esfuman los olorcillos que ellos van esparciendo a lo largo y ancho del país, al que siguen usando como recipiente para necesidades urgentes. ¡Qué alivio!

Chuta, en cambio creo que la abuela se equivocó en recomendarnos el diente de león para la bilis. Y es que aquí el diente del un León no da bilis, sino pereza. Y el diente del otro Lión, en cambio, no quita la bilis, sino que la incrementa. No probarán ninguno de esos dientes, porque en vez de curarse se han de enfermar durísimo.

Si ustedes han leído que los diputados se duermen plácidamente en las sesiones del Congreso, es porque toman valeriana que, según dice la abuela, es lo quiay para el relax. Violeta también toman, pero solo cuando se van de viaje, que es siempre. Ahora, claro, si la mezclan con whisky, como en el Perú, la violeta cambia de color y se vuelve orgía. ¡Cuidaránse!

¿Ustedes sufren acidez? ¿Y esa acidez les aqueja antes o después de ser asaltados? Ah ya, la acidez les aparece el instante en que les amenazan con una pistola y les quitan todo. Para eso, la abuela recomienda tener siempre a mano una cucharada de bicarbonato y un limón. Le piden al ladrón que les regale un poquito de agua y en ella mezclan el bicarbonato y el limón y, ¡zas!, como por encanto se les va a la acidez.
Entonces, además de quedarse sin nada, se quedan sin agua, sin ladrón y, sobre todo, sin acidez. Y ya.

¿No ven que para todo hay remedio?  Para lo único que la abuela no da ninguna solución es para el Palacio. Y es que ese mal creo que no tiene cura, sino solo Apolo, ques totalmente incurable.

De nada.