El jesuita Espinoza Pólit dice del padre de la patria: “Hay en José Joaquín de Olmedo como dos personajes con dos enfoques posibles, el que le considera como prócer de su patria ecuatoriana, y el que ve en él al hombre de América… A su patria pertenece como el primer ecuatoriano que legítimamente gobernó un jirón del territorio nacional independizado… A América pertenece por haber sido su voz en una hora decisiva, …su enfática proclama, su constancia jubilosa de que entraba en una fase nueva, divisoria de sus destinos, en la vida independiente de naciones, dueñas en delante de su autonomía soberana y de su porvenir”.

Pedro Carbo lo destaca como un “esclarecido prócer de la Independencia hispanoamericana, cantor sublime de esa misma noble causa, como de los héroes que la defendieron… y sostenedor más tarde de las libertades públicas en su patria”.

Y Rocío Rosero reconoce que “José Joaquín de Olmedo pasó a ocupar un puesto de perenne existencia entre los próceres de Guayaquil, del Ecuador y de América. Cobra vida en cada estudio, en cada biografía que se indaga y que se escribe sobre su inexhausta personalidad y polifacéticas calidades de hombre, de literato, de político y sobre todo, como el ser humano de nobles ideales”.

Son juicios fundamentados que evidencian que, además de ilustrado, fue un hombre honesto, de carácter férreo que no eludió confrontaciones. El líder que por mandato popular organizó la Provincia Libre bajo un régimen autonómico, democrático, republicano y liberal ejemplar, la concibió unida “a la grande asociación que le convenga”. Hombre de destacadas actuaciones, acertadas decisiones y acciones políticas, consecuente con su pensamiento, asumió compromisos de libertad con la América meridional.

Estos señalamientos y pruebas, generalmente no han sido recogidos en los textos escolares. Esto evidencia una intención perversa y desvalorizadora del prócer. No por ignorancia, pues es imposible que los responsables jamás hayan leído una de tantas publicaciones al respecto.

Este ocultamiento explica por qué nuestra juventud desconoce sus grandes virtudes. Ignora su admiración por la libertad, la independencia, autonomía, el civilismo y su decisión por constituir un país unitario: “Cuando nos propusimos ser libres no podíamos dejar gemir en la opresión a los pueblos que nos rodean”.

Olmedo, coherente con sus ideales democráticos, su proyecto cívico-social, político y sus procesos, dice: “El derecho de representación es el más precioso de que pueden gozar los ciudadanos; y el ejercicio de este derecho es la función más noble y solemne entre los pueblos libres…”, lo cual destaca la falaz práctica política actual.

El reconocimiento y valorización de su real importancia nacional es una exigencia guayaquileña y del país, que debe ser atendida y entendido su significado. Por eso invito a nuestro Alcalde a honrar su memoria, liderando la difusión de tan grandes virtudes; a impulsar “más” guayaquileñidad, bastante recuperada ya, designando con su nombre una obra tan representativa como el nuevo aeropuerto internacional de Guayaquil, pues la juventud debe valorar su papel histórico.

También convoco a mis conciudadanos, instituciones, medios locales de comunicación y de las provincias que formaron la Provincia Libre, a respaldar tan justo homenaje en memoria del prócer, cuyo pensamiento siempre proyectó un Ecuador unitario e integrado.