Es sabido, las leyendas se diferencian de los hechos históricos; las leyendas quedan en la nebulosa del tiempo y del espacio; los hechos históricos tienen fechas, lugares y documentos que los identifica y sustenta.

Jesús envió a predicar; nada dijo de escribir. Los contemporáneos del Jesús terreno, cristianos, como los escritores de los evangelios, o no cristianos, como el historiador judío Flavio Josefo,  recogieron los datos y escribieron. Señalan datos históricos comprobables, para que su relato no vaya a ser confundido con las fábulas, tan frecuentes en ese tiempo para crear dioses y en nuestro tiempo para crear personajes bandera.

“Jesús nació en Belén… en el tiempo en que Herodes era rey del país”. (Mateo, 2,1). “Por aquel tiempo el emperador Augusto ordenó que se hiciera un censo.”.  “Este censo se hizo siendo Quirino Gobernador de Siria” (Lucas, 2,1). De acuerdo a estos datos, Jesús nació seis o siete años antes del que equivocadamente estableció el Monje Dionisio y nosotros seguimos.

Los humanos necesitamos símbolos; y los creamos, de acuerdo a nuestro ambiente cultural:

1. El árbol,  uno de los más ricos símbolos, pone en comunicación los tres niveles del cosmos:  el subterráneo por sus raíces, la superficie de la tierra por su tronco y  ramas inferiores, el cielo por ramas superiores atraídas por la luz del cielo. Reúne  todos los elementos: el agua, la tierra, el aire. El escritor del Génesis tomó de culturas anteriores el  árbol como símbolo; presenta simbólicamente el pecado como desobediencia  en comer el fruto de árbol prohibido. El libro del Génesis nos dice en símbolos que Adán introdujo la muerte en torno al árbol de la vida y de la ciencia del bien y del mal. Cristo, el segundo Adán, reintroduce la vida desde el árbol de la cruz.

2. Los Pueblos del Norte escogieron el árbol como símbolo de Navidad y crearon otro: una corona con cuatro velas, que representan los cuatro puntos cardinales del universo; velas que se apagan  la Nochebuena, y brilla la “luz del mundo”.

3. San Francisco de Asís creó en el siglo XII un símbolo de Navidad más visual, más inmediato, más caliente de amor: el pesebre o cueva de Belén. La imaginación de niños y adultos compite en crear un pesebre, de acuerdo a los elementos de su ambiente, del momento histórico que viven la familia, la comunidad y el país: es que el Hijo de Dios entra en nuestra historia.

4. El Papá Noel  nada tiene de cristiano, pero cautiva a cristianos y a no cristianos. Con un nombre medio francés, este viejo es símbolo de lo opuesto a la fe cristiana: el consumismo. Es una copia deformada de la leyenda de San Nicolás de Bari, que llega cargado de regalos a los niños de buena conducta. Parece que los promotores de esta leyenda aspiran a borrar a Jesús de la Navidad. Los promotores del consumismo usan lo sagrado, llenan escaparates, traen alegría pasajera a niños ricos  y ahondan frustraciones en  hijos de los pobres.