La desidia, palabra poco común actualmente en el lenguaje coloquial, está definida en el Diccionario de la Lengua Española como negligencia, inercia.
Negligencia es descuido, omisión y también falta de aplicación.

Inercia es flojedad, inacción y, además, incapacidad de los cuerpos para salir del estado de reposo, para cambiar las condiciones de su movimiento o para cesar en él, sin la aplicación o intervención de alguna fuerza.

¿Cree usted que, en general, nuestros familiares, amigos, socios, compañeros de trabajo o de diversiones tienen desidia cívica? ¿Tenemos nosotros desidia cívica?

Las respuestas vendrán desde las experiencias de cada uno y denotarán el ambiente social y político en el que nos desenvolvemos.

Los problemas y servicios comunes que deben ser solucionados por las autoridades respectivas en el barrio, la parroquia, el cantón, la provincia o el país son las tareas ciudadanas que requieren nuestra participación cívica.

¿Cómo calificar nuestra actuación y la de otros frente a tan importantes y a veces urgentes necesidades colectivas?

Vamos despacio: si hay descuido, no intervención o falta de continuidad en la acción propuesta y decidida el resultado es negligencia.

Si hay flojera, indiferencia, falta de iniciativas de transformación o de empuje para lograrlas el resultado es inercia.

Si hay negligencia e inercia se padece de desidia, sin duda alguna.

Cuando esto ocurre en la mayoría de un conglomerado social, ciertas minorías, que sí son diligentes y se afanan en proponerse y conseguir metas, buscan y alcanzan sus propios beneficios, en detrimento del bien común.

¿Nos sucede eso a los ecuatorianos? ¿Cuántos pasamos del lamento constante a la acción cívica transformadora que beneficie a todos?

¿Cuántos hemos descubierto que el intercambio de conocimientos y experiencias enriquece, que la unión hace la fuerza y que una minoría sí puede pretender y lograr cambios positivos para la mayoría?

Para los católicos las semanas que recorremos actualmente, según el calendario litúrgico, integran el Adviento: tiempo de penitencia y preparación.

Así que aprovecho la coyuntura para cuestionarme y cuestionar si padecemos, usted y yo, de desidia cívica.

Recordemos que estamos a tiempo para arrepentirnos y corregirnos, cambiar nuestra indiferencia y comodidad por una actitud abierta y positiva para incorporarnos a la linda tarea de participar en la transformación moral y cívica que requiere nuestra patria.

¿Cómo derrotar a la desidia cívica? ¿Sería tan amable en darme su opinión?