El Ministro de Finanzas comenzó sus primeras declaraciones a la prensa explicando  que la dolarización había sido un error histórico. “¡Zas! –me dije cuando lo escuché–; nos fregamos”.
Ese  instante dos o tres jóvenes colegas entraron a mi oficina asustados: “Notición, Emilio, el Ministro va a derogar la dolarización”. Me costó convencerlos de que habían malinterpretado al Ministro, y al final   reflexioné en que las primeras impresiones tienen  una fuerza increíble. Es una lástima que los políticos novatos no lo sepan.

En días siguientes el  Ministro comparó a los ex ministros de Finanzas con el “Pájaro Loco”, a los voceros del FMI les recetó valium, y de los analistas de Wall Street dijo que no les hacía caso porque no votan.

Con eso puso a suspirar a añejos nacionalistas que creen que el patriotismo son un montón de frases revolucionarias, sin importar los actos que las acompañan. (Wilma Salgado y el honrado Bolívar González les despertaron antes la misma ilusión). Y por supuesto puso nerviosas a las mafias de Wall Street, que no soportan a ningún gobierno que no le  declare  amor incondicional  a la Bolsa de Valores de Nueva York y no se santigüe en el nombre de  Friederich  von Hayek.

“Ahora sí nos fregamos”, volví a decirme cuando corrió el rumor de que Wall Street buscaba aliados para comerse al Ministro y los había encontrado entre ciertos banqueros que rememoran la bella época cuando  tenían a Finanzas en su bolsillo.

En lugar de defenderse y corregir, el Ministro siguió con sus floridas declaraciones. Dijo que a lo mejor convenía eliminar el IVA de ciertos productos financieros, pero lo explicó de tal  manera que le entendieron que iba a derogar el IVA. Y luego anunció que los dineros del IESS se invertirían en Petroecuador, provocando pánico entre los afiliados.

No faltó más: los jefes del Congreso que ayer nomás habían dicho que sería peligroso devolver los fondos de reserva, propusieron  su devolución inmediata.

A mí, que no soy rico sino un asalariado afiliado al IESS, la idea de devolver los fondos de reserva me parece un acierto, así venga navegando por un río de demagogia: es mi dinero y yo sabré qué hago con él. Pero al Ministro de Finanzas, que se gana la vida asegurándole al Gobierno que no le faltará el dinero para tantas cosas buenas que hacen los ministros, la sugerencia le cayó mal, así que corrió por los canales declarando que el IESS se hundirá –como si no estuviese ya hundido–, y que las jubilaciones futuras serán una miseria –como si ya no lo fuesen–.

Wall Street y los banqueros redoblaron entonces su ofensiva y le anunciaron al Gobierno que no renovarían varios créditos que están por vencer… a menos que encuentre otro ministro. Así que al comenzar esta semana parecía que Rafael Correa estaba caído.

Pero el Ministro de Relaciones Exteriores sacó del aprieto a Correa cuando   anunció  que Caracas comprará los bonos que hagan falta para enfrentar el chantaje de Wall Street. El inefable Hugo Chávez, un ególatra de cuarta que ha tenido  habilidad   para no caer en las garras del Departamento de Estado, se  convirtió –mediante una operación diplomática que se había vuelto inevitable y necesaria para el país–  en la   tabla de salvación de la independencia del Gobierno.

El Ministro por ahora está salvado. ¿Pero volverá a abrir la boca? Cuando eso ocurra, agárrense  de donde puedan, porque hasta el piso se pondrá a temblar.