Hace muchos años alguien me regaló una calcomanía de Mafalda con un sabio consejo: “No pongas la lengua en movimiento antes de poner la cabeza en funcionamiento”; no sé si efectivamente tal frase corresponde a la inolvidable creación de Quino, pero recuerdo claramente la sugerencia atribuida a Mafalda y la utilidad de la misma en la vida cotidiana, y pensándolo bien también en la pública. Si no, pregúntenle al ahora destituido Ministro de Obras Públicas.
Claro, no tengo idea de que si recibiendo tal consejo, el ex ministro hubiese sido más cauto en sus declaraciones o, más bien, habría aprovechado aquello para darle más fuerza a su explicación “figurativa” de los hechos; el problema es que el ex ministro debió haber renunciado, no el pasado jueves, a raíz de su poca inteligente declaración, sino por lo que dijo de forma candorosa, cuando refiriéndose a la construcción del puente Carlos Pérez Perasso, indicó que no estaba en la lista de obras prioritarias para el Ministerio a su cargo, señalando adicionalmente que la prioridad en su gestión iba a ser la Troncal amazónica, evidenciando de esa forma, no solo un desconocimiento total en la prelación de la importancia de la obra pública, sino también provocando la ira de la opinión pública de esta región, con mayor razón cuando el presidente Lucio Gutiérrez ha anunciado, de forma repetitiva, la ejecución de esa obra como una muestra de apoyo a la ciudad.
En ese contexto, el Presidente debió haber solicitado una rectificación inmediata del Ministro o, en su defecto, su renuncia, tal como lo hizo de forma correcta en el transcurso de la semana pasada. Por supuesto, no le quedaba alternativa, sobre todo porque la declaración que motiva la salida del ex ministro debe ser incorporada en un catálogo histórico de la desmesura de un funcionario público, pues haber insinuado meramente la posibilidad de una especie de canje de coima por ciertas obritas como él las llamó, es una muestra de torpeza antes que de viveza. Y no es que uno se rasgue las vestiduras ante cualquiera de estas frases, pues ciertamente aquello del diez por ciento en los procesos de contratación de ese Ministerio, forman parte de una especie de leyenda negra que se repite con insistencia hace muchas décadas, con supuesta responsabilidad de funcionarios y empresas constructoras, sin que exista una constatación real de tales hechos.
Pero en el fondo, el problema principal sigue siendo la importancia que le otorga el Presidente a la integración y selección de sus ministros, quienes a fin de cuentas, son figuras representativas de cualquier gobierno. En días pasados, el mandatario, refiriéndose a la renuncia del ex ministro Damerval, señaló que él entendía a los ministros como partes de un componente integral y que en un momento determinado la salida de ellos debía ser entendida, o algo así, como la necesidad de cambiar fusibles, lo que quizás explique la escasa selectividad y los continuos cambios que se han venido dando en ciertos importantes ministerios. Un gobernante debe tratar, al menos, de escoger los mejores para un cargo ministerial y en muchos casos, el círculo de amigos o conocidos no basta para completar la lista adecuada. Por el resto, el ex ministro debe estar lamentando sus declaraciones y yo, tratando de encontrar la calcomanía de Mafalda, para enviársela.