Hubo un debate en esta ciudad sobre caos en el arte contemporáneo.

Se refrendó el aserto bastante conocido que se manifiesta en las clásicas palabras: “En tiempo de crisis, el arte se dispersa y cae en el caos alejándose más de una realidad social carente de respuestas para sus múltiples interrogantes”.

Sin embargo, el debate está obligado a reconocer que, en el momento actual, a una faceta del arte nacional –la pintura–  crisis ni caos la lesionan. Hay excepciones que reducen a límites bastante relativos ese caos que por tanta referencia ha caído en la simpleza del lugar común. Para cansancio de quienes vuelven a escuchar tal palabra.

De los artistas en plenitud creadora pertenecientes a Guayaquil, salvamos algunas brillantes excepciones, sin lugar a discusión en cuanto a estructuras superiores de sus mensajes, orden y vibración espiritual.

Elena Zevallos avanza en un ascenso de cristiana espiritualidad con reconocimiento y aplausos del extranjero. Y Julio Peña hace de la naturaleza tropical su mejor aliada para aleccionar al hombre sobre las responsabilidades de su destino.

Casi un año, en Dallas, Texas, Elena Zevallos trabajó y expuso cuadros calificados por los comentaristas, de espirituales.

Panorama Latino, revista hispana de colección, hizo hincapié sobre la estancia artística de la autora guayaquileña en la Catedral guadalupana. Ofreció su traducción pictórica de Vírgenes del Mundo. La  parte literaria fue responsabilidad del poeta John Phillip Santos. Maestro de filosofía y literatura con referencias académicas de Oxford y la Universidad de Notre Dame.

Lo asombroso para los norteamericanos está en la riqueza espiritual que poseen las vírgenes que pinta Elena Zevallos. Para nosotros no es tan peregrino su estilo. Porque alrededor de una década, el Ecuador conoce el afinamiento espiritual de la pintora guayaquileña. Los norteamericanos la han calificado de maestra, con justicia.

En 1968 abrió su primera muestra pictórica. No ha sufrido pausas ni languideces en su trabajo. Casi anualmente se ha mostrado honesta, nítida al máximo en su propuesta. En Argentina y Colombia también lo ha hecho, desde 1970.

Las Vírgenes han estado precedidas de motivos de niñez y magia lírica, como corresponde a una etapa de apasionante multiplicación afectiva de la artista. También ha mostrado Cristos extáticos.

Hernán Rodríguez publicó: “Estamos ante el vigoroso, rico, sensual, casi mágico vitalismo de una expresión personalísima... Ningún pintor ecuatoriano de la hora actual ahonda tanto plástica y válidamente en los secretos de la vida”.

El triunfo de Long Island con un primer premio en 1964, hizo totalmente claro el perfil estilístico de Elena Zevallos. Pero no quedó plácido en el abstracto ni en el surrealismo. La piedad de un cristiano corazón y el cristianismo que vive al impulsar su torrencial amor por la vida ascética y superior, le han permitido descubrir su identificación estética con la humanidad doliente y esperanzada.

También llega a comprender los valores del ascenso espiritual que es el que salvará del caos a las sociedades y a la expresión artística, librándolas de la decadencia.