No ha sido por consulta al libro de Onomástica, que demos a entender que el nombre Habith signifique vida. Es otro el camino que nos da esa evidencia.

Es el caudaloso aporte artístico, en pintura y escultura, que ofrece al país el trabajo del educador Habith Olvera en sus talleres denominados Vida. Y que, anualmente, como ahora ha sucedido, muestra a 50 selectos autores dominando luces, tonos pictóricos, perspectivas y volúmenes.

Es fe nueva en un futuro que se hace muy fácil definir  como oscuro y caótico para el país.

Los talleres Vida hacen honor a su destino. De todas las edades, los artistas son acogidos. Y el secreto para que se sientan cómodos, libres y acudan más cada temporada, está en las magias que el maestro pone en acción con ejemplo, palabra y modelos.

No hay otra explicación para los alcances del quehacer artístico de los nuevos creadores. En grandes dimensiones, cuidadosos marcos, variedad temática, lo que cosecha esta nueva fe va paralelo a otros ejemplos de trabajo en estética como los de Noemí Cabrera y Silvia Vélez.

Así, niños del Santa Ana, jóvenes y más infantes de la inmensidad de Guayaquil y de Eloy Alfaro (Durán), no se han frustrado por las dificultades y lentitudes de antaño. Siguen en un amparo espiritual que también merece la evocación de los Amiguitos del Museo que hizo y fomentó, sin agobio, Inés Flores en su paso por esta ciudad.

Para quienes se niegan al pesimismo y a la comodidad de las quejas, las puertas de auspicios como el de Famarte, se abren con más amplitud. Aparte de las que de manera obligatoria tienen que hacerlo las entidades oficiales que el país mantiene para que trabajen como les corresponde.

El acrílico vital de Famarte, igualmente, sin esterilidades de condiciones oscuras, también es parte de la brillantez que la sala colmada de inquietudes hermosas de nuevos artistas, regaló a Guayaquil en cuadros atractivos: una mayor promesa de confianza y seguridad en el inmediato mañana.

Porque con el amor superior del artista por la vida, es que una sociedad, en parte enferma y dislocada, podrá convencerse de que posee reservas preciosas. Están en lo íntimamente bondadoso que brota al traducir las armonías de la vida diaria.
En toda sensibilidad joven palpita aquel afán retratista y modificador.

Y busca imponerse, para bien de los demás.

Con los años y las disciplinas, los estilos se manifestarán innovadores. Pero en la iniciación de las destrezas del crear y conocer, un taller como el del arte y de la vida, establece triunfos de primer orden. Por el positivo camino que significa emplear bien el tiempo libre y las energías interiores de la nueva sangre enamorada de la vida.