En la segunda parte de la vida pública de Jesús, y cuando se acercaba la hora de entregar su vida por la salvación de toda la humanidad, ordena a sus discípulos diciendo: “Vayan a la ciudad, a casa de tal hombre y díganle: El Maestro te manda decir: Mi hora se acerca y quiero celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa”. En aquel día del amor, y luego de comer la cena judía, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se lo pasó diciendo: “Beban todos de ella, esta es mi sangre... que es derramada por todos para el perdón de sus pecados”.
Lo que acabo de recordar es la base para que Juan Pablo II haya decretado Año de la Eucaristía, entre octubre de 2004 y octubre de 2005. En verdad, el mundo se halla con algunos problemas y amenazas; cada vez las personas van deteriorándose en su vida de fe y de moral. No hallan solución para tantos males en todo orden. Pero, la única y segura respuesta es Cristo que vino a salvar a todos sin excepción aunque la mayoría de los hombres lo ha rechazado y lo desprecia porque no quieren conocer su palabra y peor, seguirla.
Por eso, el Santo Padre, en su mensaje, trae a la memoria las palabras de Jesús: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). ¡Qué cristiano puede perder la esperanza y la confianza en el corazón de Cristo ante semejantes palabras! Y nos aconseja el Santo Padre, diciendo:
“Reunidos ante la Eucaristía, experimentamos con particular intensidad, en este momento, la verdad de la promesa de Cristo. ¡Él está con nosotros!
Refiriéndose al 48 Congreso Eucarístico Internacional. Su Santidad escribía: “La conexión televisiva entre la Basílica de San Pedro, corazón de la cristiandad, y Guadalajara, sede del Congreso, es como un puente tendido entre los continentes.
Cristo es “nuestra paz, haciendo de los dos un solo pueblo” (Efesios 2,14). Y continúa: “¡Misterio de vida!”. Y sin embargo, sobre este anhelo humano universal se ciernen sombras amenazadoras: la sombra de una cultura que niega el respeto de la vida en cada una de sus fases...”.
“Debemos sentirnos interpelados por las necesidades de tantos hermanos. No podemos cerrar el corazón a sus peticiones de ayuda. Y tampoco podemos olvidar que “no solo de pan vive el hombre... He querido que este Año estuviera dedicado particularmente a la Eucaristía. Se invita a la comunidad cristiana a tomar conciencia más viva de ella con una celebración más sentida. Siguiendo el ejemplo, de María, “mujer eucarística”, la comunidad cristiana ha de vivir de este misterio.
Necesitamos la presencia de Jesús en todos los ámbitos del vivir, en el hogar, en la vida política y social, en el trabajo y en el descanso. Por esto, como los discípulos de Emaús, te imploramos: “¡Quédate, Señor, con nosotros!” (Lc. 24,29).