¡Qué furioso que se ha sabido poner el Miguel Orellana cuando le dicen que es yerno de Lión! Chuta, aunque si no quería que le llamaran yerno de Lión no era de que se case con su hija, pues. Y así nadie le decía nada. O bueno ya, le decían solo Michael, que eso sí creo que le gusta.

¡Pero decirle yerno! Ahora le doy la razón de que él vea ahí segundas intenciones. Horrible palabra es: yerno. Suena a perno, algo que está incrustado, metido a presión. Y no pues, Michael nues de esos.

Creo que en adelante la prensa debe rectificar. Cuando se refiera a Miguel Orellana debe emplear el calificativo que mejor denota el parentesco que le une a Lión: hijo político.

Eso ya es otra cosa. ¡Qué término más dulce! Llamarlo así, en vez de enfurecer, enternecería a todos: a Michael, a Lión y a nosotros. Y, además, de esa manera sabríamos que la relación, al mismo tiempo que es filial, es también política. Tan política que un fiscal dictó orden de prisión contra el intendente del Guayas que, a su vez, dictó orden de prisión contra Michael por no sé qué lío con las vallas.

Ahora, lo que no puede pretender Michael es que, al nombrarlo, no se diga nada sobre lo que él es. ¿Cómo puede renunciar a su altísima dignidad? Es como si Napoleón Villa protestara porque cada vez que lo nombran le dijeran que es cuñado del cojudo, un término cariñoso, nada ofensivo para referirse al Presidente de la República, y que, según Lión, solo quiere decir inútil, ratero e inepto.

Lo extraño es que Lión, que tantas cartas escribe, no haya protestado porque, en cambio, cuando le nombran a él no le dicen lo que es: suegro de Miguel Orellana.
Pero como suegro también es una palabra horrible, está de que en otra carta pida que lo identifiquen solo como padre político de Miguel Orellana y no como ex presidente, ex alcalde, diputado, dueño del país ni nada de eso.

Y ya, con eso nadie se hace mala sangre ni tiene que andar haciendo aclaraciones.

Lo único raro es que mientras el hijo político protesta ayer en una carta porque le dicen yerno, su papi político, en otra carta de su inacabable epistolario, se refiere a Emilio Palacio como hermano del vicepresidente de la República. Entonces ahí hay una discrepancia que debería ser dilucidada en la dulcedumbre del seno familiar: o siempre se nombra a las personas por su parentesco o nunca se las nombra.

Porque parece que lo que quiere Michael es que solo a él no le digan lo hijo político que es, mientras su papi, como es político, sí puede decir a otras personas lo hermanos que son.

Ojalá el padre y el hijo reciban la inspiración del Espíritu Santo y, dentro de la total armonía política que les cobija, resuelvan esta divergencia pronto, para que no haya más líos.