Ya tienen la AGD. Para tomarla, protagonizaron la más curiosa de las triangulaciones. El ministro Pozo, que quería deshacerse de Wilma Salgado hace rato, decidió que el presidente Gutiérrez debía decidir la destitución, y declaró con un gesto de “yo no fui” que se ejecutarían las disposiciones del Presidente. El Presidente que decidió lo que Mauricio Pozo había decidido, declaró que acataría la decisión del Directorio de la AGD. Y los dos hicieron mutis por el foro.

A Caifás y a Pilatos les cayó de perlas el informe de la Contraloría.

Ahora, Mauricio Pozo tiene la responsabilidad de responder por lo que ocurra en el futuro. Para tomarse un respiro de la asfixiante presión que ha significado la salida de Wilma Salgado, el Ministro ha declarado la próxima disolución de la AGD y la creación, en su reemplazo,  de dos fideicomisos internacionales. Pero para destruir la AGD necesita una aprobación del Congreso porque fue creada mediante la ley “trole”, y allí, el Gobierno no tiene capacidad de negociar nada, menos aún la desaparición de la que es, por hoy, la piedra de toque de la corrupción: el cobro de las deudas escondidas y el castigo a los banqueros que las fraguaron.

Y nada más pintoresco que hablar de fideicomisos internacionales para deudas invisibles, ocultas. Nada más pintoresco que enfrentar con fideicomisos internacionales “técnicos” la incapacidad política del régimen de enfrentar la corrupción. Los fideicomisos, hasta donde entiendo, se crean sobre cuerpos ciertos, no sobre deudas que hay que reconstruir penosamente a contrapelo de los poderosos.

A otro perro con ese hueso.

Mauricio Pozo ha dicho que quiere un técnico en la AGD y no un político. ¿Acaso la gestión del ministro Pozo no es una opción política? ¿Acaso no es el producto de una concepción política sobre el manejo de la economía? En América Latina ocurre un fenómeno paradójico: los que realmente gobiernan son los ministros de Economía, pero sin responsabilidad alguna, pues los mandatarios son los responsables políticos de lo que ocurra. Los técnicos se pasan soslayando sus responsabilidades políticas, para después fugarse o pasar a ocupar algún cargo en el FMI o en el Banco Mundial.

Ya tienen la AGD. Ya tienen allí a un jabonoso gerente Manjarrez al que le resbalan por el cuerpo las acusaciones de supuestas irregularidades (ojalá no se le resbalen los escurridizos deudores).

Vamos a ver qué hacen ahora.

Pero no van a estar solos. A falta de un contralor y un fiscal (al menos a falta de quienes lleven con altura ese rango), les vamos a acompañar en su gestión. Cada cierto tiempo le vamos a preguntar al ministro Pozo cuántos dólares ha recuperado, a qué nuevos deudores ha cobrado, cuánto ha reestructurado y en qué forma, quién le está ejecutando gratuitamente los juicios de coactivas. Nos comprometemos a ayudarle a corregir la viscosidad con la que actúa. ¿Le parece, ministro Pozo? ¿O preferiría que olvidáramos el atraco financiero de 1999 y sus secuela en la AGD? ¿Le resultaría más cómodo que echáramos tierra sobre el túmulo de culpas que va dejando al paso el Gobierno del cual usted goza?