En los frecuentes diálogos, cuando el interlocutor comienza con la afirmación de que es cristiano ejemplar, me preparo a oír con paciencia sus pretensiones. Afirmamos ser cristianos para recibir servicios, pocas veces para servir.

De acuerdo a la cultura de los arameos, el nombre expresa la identidad de las personas; por ejemplo, a Jesús le dieron este nombre porque significa “salvador”; se llama Manuel porque es “Dios con nosotros”. Llamarnos “cristianos” no puede ser solo un nombre vacío.

Llamarse debiera significar lo mismo que ser. Aunque somos masa en fermentación y la levadura de Cristo no actúa plenamente en nosotros, algunos elementos del contenido de este nombre nos ayudan a darnos este nombre con humildad, sin pretensiones:

- La persona física o moral vive cristianamente, en tanto en cuanto está al servicio del desarrollo integral de la persona humana. Una institución está inspirada por el cristianismo, en tanto en cuanto da primacía a la persona humana. Jesús es muy claro: “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”.

- Cuando tengamos que descubrir a un ciudadano cristiano, especialmente a un político, sus palabras no bastan; miremos su vida, especialmente, la pasada: ¿Ha utilizado su poder para servir, o para servirse? “Entre ustedes, el que manda ha de ser como el que sirve”, dice Jesús.

- El cristiano se esfuerza en producir más y distribuir mejor. La producción exige capacitación, esfuerzo, disciplina, constancia, organización. La mejor distribución implica, ante todo, saber y aceptar que Dios ha creado los bienes de la Tierra para todos y no solo para el grupo que ha logrado hacerse de los hilos del poder; algunos de estos hilos son más fuertes que los del poder político.

La mejor distribución exige que todos tengan posibilidades concretas de merecer; exige igualmente que todos participen en la elaboración y ejecución de los criterios para asignar su parte a los que intervienen en la producción.

- El cristiano ha de ser reconocido por su atención preferente al débil, al que goza de pocos beneficios de la sociedad. El político de inspiración cristiana ha de ser reconocido por su empeño en acortar la brecha entre el 20% de ecuatorianos que poseen bienes sociales y el 80% de pobres, muchos de los cuales van engrosando el número de los miserables. Cristo lo reconocerá por este rasgo de identidad: “Lo que hicieron con los más pequeños lo hicieron conmigo”.

- A todo ciudadano, especialmente al que se llama cristiano, ha de preocupar el crecimiento de la violencia. Esta no es fruto exclusivo de la pobreza; es también fruto del egoísmo, o encerramiento en nosotros mismos y del consecuente desconocimiento de las cualidades de los demás. La primera mirada al otro ha de ser del amigo al amigo, no la de enemigo. Toda persona, por mala que la supongamos, tiene algo bueno; sus planteamientos, por insensatos que los veamos, tienen algo de verdad y de bien.