Si no nos pusimos la pregunta antes de elegir, hemos de ponérnosla en la hora en que ya hemos elegido a un nuevo Presidente de la República: ¿Qué significa la República para mí? Pienso que la campaña electoral, con sus generosas ofertas, ahondó en la generalidad de los ecuatorianos la idea de que Ecuador es solo una hacienda pública, un bien público, como sugieren las palabras latinas res pública.

En la medida en que pensamos que Ecuador es solo hacienda, vaca lechera, cosa pública, termina siendo tratado, como se trata generalmente a lo que es de todos: algo que todos usan y nadie cuida.

El nuevo Gobierno tendrá ciertamente como tarea el cumplir promesas; ojalá las más urgentes y radicales.

Toda persona reflexiva afirma la urgencia de un cambio de actitud de los ecuatorianos que ejercen autoridad y de los simples ciudadanos: urge dejar de tratar al Ecuador como res pública de todos y de nadie y tratarlo como Patria, es decir como patrimonio familiar, que se ama, se protege, se cultiva, se sirve.

Quienes consideran a Ecuador hacienda pública, se esfuerzan en apropiarse del mayor lote y, si les es posible, de toda la hacienda: “El primero que toma posesión tiene derecho”. El nuevo Gobierno tiene la tarea prioritaria de superar esta arraigada mentalidad, que pone a los ecuatorianos todos contra todos. Cada uno quiere todo lo que necesita y piensa necesitar; quiere ya; y quiere sin costo. Pocos se preguntan si los recursos actuales de la República son suficientes y son aún más pocos los que se preocupan de que los otros tengan su parte. ¡Que los demás aguanten!

¿Puede un gobierno hacer de la República una Patria? Debe y puede, si actúa con equidad y transparencia. Informe a los ecuatorianos lo que tenemos y podemos usar hoy; que veamos con claridad que los recursos se distribuyen a grandes y pequeños, de acuerdo a lo más urgente y más radicalmente necesario; que sepamos las limitaciones externas impuestas a nuestra libertad; algunas limitaciones no podemos eludir, por el desorden internacional, por nuestra debilidad y falta de capacitación para competir.

En ningún país, menos aún en uno pobre, es posible atender totalmente todas las necesidades. Es indispensable aumentar el patrimonio; lograrlo requiere esfuerzo. Se acepta con menos dificultad el esfuerzo de crear, si está repartido
equitativamente y, si los nuevos bienes producidos o encontrados, como el petróleo, son repartidos equitativamente, es decir, para atender primero necesidades urgentes y radicales.

Si el nuevo Gobierno se deja presionar por los fuertes con huelgas y paros y quita lo que corresponde a los más débiles para dar a los más fuertes, para que estos no molesten; si no logra que los ecuatorianos consideremos a Ecuador como Patria y no como cosa pública, no superaremos nuestra postración.

Cualquiera sea el gobernante, un Ecuador próspero es tarea de todos, no solo del Presidente.

Al Presidente exijámosle claridad, coherencia, equidad, que incluye atención preferente a los marginados.