Aparecía con la mano derecha a la altura del corazón. El rostro ligeramente volteado, con dirección a un horizonte lejano, como quien protagoniza un destino divino, recibe una inspiración y una consigna del cielo. Me dio la impresión de que cualquier momento arrancaría a cantar Cara al sol, el himno de la falange española.

No miraba a los hombres, miraba hacia ese lugar imaginario en el que deben habitar los dioses.

Era imposible no evocar con escalofrío las imágenes del fascismo europeo, aquellos fanáticos seguidores de Francisco Franco, o aquellos que, junto a las cruces gamadas, marcaban en los afiches la imagen de la pureza racial.

Solamente que no era un libro de historia lo que yo miraba. No. Era una fotografía reproducida en EL UNIVERSO, y la figura de marras era Álvaro Uribe, el triunfador en las elecciones colombianas, en un cartel de campaña.

Nuevamente me cruzó una corriente fría por el cuerpo. Había allí una extrapolación de las imágenes difundidas en la Europa fascista. No quiero insinuar nada más que eso. El impresionante símil.

Tal vez, desde el 11 de septiembre, nos vamos habituando a ciertas imágenes, a ciertos discursos, a ciertos fenómenos políticos.

¿O acaso el discurso norteamericano contra el terrorismo internacional incluye a los terrorismos de Estado? ¿En la lista de terroristas están los partidos de extrema derecha que comienzan a dominar escenarios políticos europeos, en Francia, Italia, Austria u Holanda? No.

La cruzada del Gobierno norteamericano, asumida también por los regímenes de Europa, “selecciona” entre los terrorismos solo aquellos extremismos de izquierda.

Le Pen les inquieta pasajeramente a los nuevos cruzados de Occidente. Igual Berlusconi y sus socios de la Liga del Norte. Es como si se tratara de simples deslices de la democracia occidental.

Me preocupa la posibilidad de que Álvaro Uribe no haga sino emular a un Ariel Sharón, que organiza la guerra con llamados a la paz, y ponga en práctica todo el discurso terrorista que le colocó a la cabeza de la desesperación y la rabia de los colombianos frente al rumbo que iba tomando la guerra interna.

Ya comenzamos a escuchar a los asesores de Uribe hablarnos del espíritu conciliador de su líder. Y se han referido, “por más señas”, a los esfuerzos de paz cuando era gobernador de un departamento colombiano, e invitó al ideólogo del Frente Farabundo Martí, Shafik Handal, para actuar como negociador con las FARC. Solamente que Handal ha declarado a los medios de comunicación franceses que, en ese intento, no conoció al “señor Uribe”, y que las supuestas conversaciones de paz fracasaron, porque el que ahora es presidente electo de Colombia no tenía intenciones reales de llegar a acuerdos.

Vamos a comenzar a escuchar de boca de Uribe, palabras conciliadoras. Pero muy pronto se verá obligado a volver a la imagen que le llevó al poder: con la mano derecha apuntando al corazón, la mirada atisbando un horizonte más allá de las pasiones terrenales y a punto de entonar Cara al sol, el himno de la falange española.