Jack Ewing, un estadounidense especialista en ganadería llegó a Costa Rica en 1972 por pedido de un grupo de inversionistas de Tennesse para que evalúe el potencial de la hacienda Barú, un espacio con pastizales para la cría de ganado vacuno localizado en la zona del Pacífico Sur del país centroamericano. Ewing recomendó la compra y tras ello la visitó cada mes como asesor.