Radicado en Francia, el pintor ecuatoriano Jaime Zapata regresa a su país para una exposición que busca desnudar su alma. Trazos íntimos, que se realizará entre el 10 y el 24 de abril en la galería de Imaginar —ubicada en Cumbayá—, está armada con cuadros que ponen al descubierto el mundo en el que vive.

PREGUNTA: ¿Por qué es intimista la exposición?
RESPUESTA:
Intimismo es una corriente literaria y yo considero que mi obra tiene varios momentos e intenciones durante los 35 años de trabajo. Para mí lo intimista es lo hecho al interior de mi mundo, del entorno más cercano, de personajes que conozco muy bien porque los trato de cerca, porque convivo con ellos... Esta obra no está hecha intencionalmente para exponerse, sino que ha ido llenando poco a poco mis espacios.

P: ¿Los cuadros son una ventana del mundo en el que vive?
R:
Simplemente son espacios en donde se puede ver lo que he hecho en los últimos años. Y al mismo tiempo he pensado y tratado de entender qué realizaré en el futuro, qué pintaré en los años que vienen. Mi obra, creo, merece tener un cambio radical hacia algo más maduro.

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P: Jaime Zapata ama el cuerpo, los rostros y por eso sus pinturas. ¿Se ha preguntado por qué?
P:
Debe ser porque tuve una linda experiencia cuando nací. Me imagino que la relación primera del universo fue tan buena que quedé con esa sensación de estar bien en donde estoy. Desde el comienzo me sentí hecho para estar aquí.

P: ¿Qué le endulza de los cuerpos y los rostros que pinta?
R:
Siempre he dicho algo que tal vez puede sonar (…). Para mí todo cuerpo desnudo es bello. Todo ser en estado natural es hermoso; por eso lo gozo. A mi hijo, por ejemplo, lo pinto todo el tiempo. Trato de tenerlo a través de la pintura. Pintar una mujer es como tenerla.

P: ¿Cuando pinta siente que se desdobla?
R:
Esa, tal vez, es una de las ideas que se tiene del arte. Mi pintura es un ejercicio de representación de la realidad que creo existe fuera de mí. Trato de no seguir a otra gente, de no coparme ni a mí mismo ni dejarme influenciar de otras vidas.

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P: ¿Es difícil pintar a una mujer desnuda?
R:
No. Porque si la mirada la dirijo hacia el sexo voy a querer hacer el amor con ella y no pintarla, pero mi alquimia me la guardo y se transforma en profesionalismo y la pinto. El pintarla no tiene nada que ver con mi gusto personal.

P: ¿Por qué no pintar mujeres de pieles ajadas?
R:
Porque las tomo cuando la flor está en su mejor estado; rescato ese momento pequeño de la vida en donde llega a la frescura, al máximo de su formación, en donde todas las características están casi intactas.

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P: ¿Ha convivido con quienes luego han sido sus modelos?
R:
No. Intencionalmente no. Pero ha habido veces en que uno llega a ciertos grados de confianza, cercanía y entrega entre el pintor y quien posa para producir esa obra; una identificación o relaciones platónicas. Existen pintores que se imaginan la botella, yo trato de beber o de sentir lo que está dentro de ella.

P: ¿Las exposiciones de desnudo pueden incomodar?
R:
No. Yo trabajé en cuerpos pintados en Chile y fue para mostrar el desnudo sin temor; que los pueda gozar un niño, una monja. Que lo goce porque no hay nada detrás. El desnudo se vuelve feo cuando hay un interés comercial, pornografía, ahí se torna un objeto y puede ser molestoso, chocante y grotesco. Un desnudo hecho con intenciones de mirarlo es hermoso. Nadie tiene vergüenza porque no tiene intencionalidad.

P: ¿Se relaciona mucho con el ser humano para plasmarlo?
R:
Mucho. Soy completamente abierto a las personas.

P: ¿Cómo evolucionó Zapata en 30 años?
R:
Hacia la tumba. El hecho de pintar y estar en contacto con la realidad y los seres humanos es una forma de representarme. Trabajo con retratos porque de alguna manera me miro a mí mismo y a través de mí veo a los demás.

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P: ¿La pintura de Zapata ha evolucionado con la tecnología?
R:
En el sentido de información tal vez, por lo fácil que resulta comunicarse con la internet. En media hora, a nivel de imagen, he visitado un museo.

P: ¿Si pudiese reemplazar alguna parte del cuerpo por la pintura qué sería?
R:
La retina. Cuando miro, esa mirada se convierte en pensamiento y se traslada hacia el brazo para terminar en los dedos sujetando el pincel. Igual que ocurre con el amor y el corazón; es la misma sensación que tengo por la pintura.

P: ¿Hacia dónde apunta la obra del pintor?
R:
A una síntesis de todos estos años. A lo que creo y pienso. Quizás a través de la pintura pueda dejar a otros lo poco que sé o he entendido.

Para mí lo intimista es lo hecho al interior de mi mundo, del entorno más cercado, de personajes que conozco muy bien porque los trato de cerca. Jaime Zapata, Pintor ecuatoriano radicado en Francia