Debbie Rowe, exmujer de Michael Jackson y madre de los dos hijos mayores del fallecido cantante, declaró el miércoles pasado en el juicio civil por la muerte del Rey del Pop que este tenía “una tolerancia muy baja al dolor” y que los médicos se aprovecharon de él.

Rowe, quien trabajaba como enfermera cuando conoció a Jackson en los años ochenta, explicó que los doctores “parecían competir” para ver quién era capaz de dar el analgésico más fuerte al artista, quien comenzó a tomar medicación después de un accidente, ocurrido en 1984, cuando rodaba un comercial de refrescos.

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“Estos idiotas (los doctores) mantenían un tira y afloja constante y no se preocupaban por él”, contó Rowe, quien lloró durante la comparecencia.

La mujer puso como ejemplo de esa conducta a quien fuera su jefe, el dermatólogo Arnold Klein, y al cirujano plástico Steven Hoefflin, quien le suministró propofol a Michael Jackson numerosas veces para anestesiarlo e inyectarle bótox.

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Ella explicó que las cicatrices de la nariz de Jackson le dificultaban respirar y que necesitaba inyecciones de esteroides para reducir la hinchazón. Hoefflin, según Rowe, lo dejó inconsciente en dos ocasiones con propofol cuando el artista tenía problemas con la nariz.