La mayor parte de las nodrizas venían de niveles sociales bajos, eran pobres, sin acceso a educación, descubrieron que amamantar a hijos ajenos significaría una fuente de ingresos económicos y se abrió una oportunidad. En época de apogeo de las nodrizas, no existía sustitutos ni fórmulas que reemplacen a la leche materna, el grado de mortalidad materna era alto, muy alto. Mujeres recién paridas quedaban enfermas o muy débiles porque físicamente no podrían dar de lactar. Otras mujeres, en cambio, libremente decidieron no amamantar a sus hijos porque no les parecía higiénico y, de alguna manera, las esclavizaba al ritmo del hambre del recién nacido, lo que las alejaba más de una vida social a la que querían volver lo más rápido posible.
Entonces, la maternidad y sus facetas entraron al comercio.
La ciencia ha ayudado a madres que no pueden tener bebés, y a pesar de ciertas posturas, hay casos excepcionales y amorosos, pero de ese tema no trata esta reflexión.
De lo que se trata, tiene como nombre maternidad subrogada o vulgarmente conocida como vientre de alquiler.
En este caso, no altruista, parejas que por lo general pertenecen a esferas económicamente altas contratan a una mujer para que, en su cuerpo, sea con el óvulo de esta, o sea, que consienta se le coloquen gametos del progenitor conocido o no, se desarrolle la vida de un ser, digno desde el inicio, pero que será comercializado como un objeto. Como una mercancía de valor pecuniario, un precio como cualquier cosa, pues estamos al frente de un negocio muy grande.
“En 2023, el mercado mundial de la reproducción subrogada estaba valorado en 14.950 millones de dólares y se prevé que para 2033 alcanzará los 99.750 millones de dólares, con frecuencia, las madres sustitutas reciben solo una pequeña fracción de la compensación total, pues la mayor parte del pago va a parar a los intermediarios. Según se informa, las sustitutas han recibido apenas entre el 10 % y el 27,5 % del pago total”, así lo expresa el informe de Naciones Unidas y hace hincapié en lo poco que le reconocen a la renta de su vientre y el daño del bebé, ya que la lactancia materna se prohíbe de manera contractual.
Más allá de los engaños, de las cláusulas de los contratos que menoscaban absolutamente la salud mental de la mujer, el niño por nacer, al momento de hacerlo, puede que no cumpla las expectativas de quienes pagaron por él y, como ya ha pasado, queda abandonado no solo en la carencia de un cuidado vital, sino despojado de su dignidad de humano, como una cosa que se descarta.
Del mismo citado informe se subraya que el desenfreno por lucrar de esta realidad aumenta el riesgo de trata de personas en todas las etapas del proceso, en particular para que las envíe a otros países con fines de trabajo reproductivo forzado, lo que se conoce también como una forma contemporánea de esclavitud.
¿Sabían que en nuestra Asamblea Nacional hay un proyecto de ley que incluye este tema? (O)