Hace seis meses celebrábamos en esta columna el triunfo de Guillermo Lasso en la segunda vuelta electoral.

Celebrábamos el triunfo de una opción de gobierno muy diferente a lo que habíamos vivido desde 2007 por casi quince años.

Me refiero a un programa de gobierno encaminado a reactivar la economía del país, a generar fuentes de trabajo, a racionalizar el gasto público y establecer un marco jurídico de confianza para la inversión privada nacional e internacional, bajo el liderazgo de un empresario exitoso, experimentado y con prestigio.

Los primeros días fueron muy esperanzadores; el riesgo país tuvo una súbita caída, los mercados internacionales vieron con muy buenos ojos la llegada de Lasso al poder y todo hacía pensar que, por fin, vendría ese gobierno que por tanto tiempo habíamos esperado.

La ruptura con el PSC el 14 de mayo de 2021 fue el primer tropiezo de la alianza que había llevado a Guillermo Lasso al poder. En su momento dijimos que el presidente electo estaba en su derecho de tomar las decisiones que considere necesarias para sacar adelante su gobierno.

El rotundo éxito del programa de vacunación en el país disparó la popularidad del presidente. Y en política, la popularidad es un capital que hay que saberlo gastar; me refiero a que hay que saber en qué gastarlo y cuándo hacerlo. Al final, la política no deja de ser, en cierta medida, una ecuación matemática.

Y el Gobierno decidió gastar su popularidad en el Proyecto de Ley de Creación de Oportunidades. En esta columna no vamos a analizar su contenido; si al final es positivo o no para el país.

Evidentemente el presidente Lasso y su equipo están convencidos de que se trata de una herramienta para mejorar las condiciones de vida de los ecuatorianos y, por su lado, los opositores, políticos o no, creen lo contrario.

Lo que realmente importa es cómo lo percibe el pueblo; cómo lo perciben las grandes mayorías. E importa mucho más cuando en la Asamblea Nacional ya existe una mayoría de más de 100 votos, que le ha devuelto el proyecto de Ley, aplicando la Ley Orgánica de la Función Legislativa.

En este ambiente, la llegada de los Pandora Papers representa para el presidente un problema adicional, y no menor, con el que, justa o injustamente, tendrá que lidiar.

Y entonces, los opinólogos y cientistas políticos comienzan a hablar de muerte cruzada, de juicio político, de golpe de Estado y muchas otras barbaridades, que no hacen otra cosa que agregar zozobra al delicado momento político por el que atraviesa el país.

¿Soplan vientos de guerra?

¿De verdad vamos a volver al país de la inestabilidad política?

Desde esta columna hacemos un llamado a las principales autoridades del Estado, líderes políticos y personajes representativos de la opinión pública, a medir palabras y acciones; a deponer actitudes y procurar solucionar diferencias en beneficio de la democracia del país, y canalizar sus actuaciones hacia la solución de los grandes problemas de la gente pobre del país que ya no aguanta más. Esa debe ser la prioridad de todos. (O)