Parte del legado de los antiguos griegos –que cada día se actualiza y se revive con una actualidad impresionante– es la comprensión del vivir como en un escenario para la tragedia. El vocablo tragedia designa originalmente una modalidad teatral, pero el alcance del mismo ha venido ampliándose de tal modo que, cuando lo decimos, nos estamos refiriendo a una idea que nos conecta con el sufrimiento, la muerte y las peripecias dolorosas de la vida, y el final funesto de las acciones humanas que mueve a la compasión o al espanto. El diccionario académico también lo registra como un suceso luctuoso y lamentable que afecta a personas o sociedades.

Magnicidio

La muerte en Bogotá de Miguel Uribe Turbay, causada por un arma de fuego que empuñaba un sicario de 15 años, nos enlaza directamente con la tragedia que se encarna en una persona, en una familia, en una sociedad, en un país, en un mundo revuelto. En 1996 el escritor Gabriel García Márquez publicó Noticia de un secuestro, un reportaje sobre una serie de diez secuestros ocurridos en 1990 y 1991 que Pablo Escobar ejecutó para, con la posesión de esos rehenes, presionar a los poderes Ejecutivo y Legislativo colombianos para no extraditar a los narcotraficantes detenidos a los Estados Unidos, donde también tenían causas pendientes.

Una de las diez personas secuestradas fue Diana Turbay Quintero, precisamente la madre de Miguel Uribe Turbay, recientemente muerto tras una agonía de meses. Sobre la tarea de escribir Noticia de un secuestro, el autor dijo que fue “la más difícil y triste” de su vida, pero que era necesario no olvidar “este drama bestial, que por desgracia es solo un episodio del holocausto bíblico en que Colombia se consume desde hace más de 20 años”. Diana era hija del expresidente Julio César Turbay y también, cuando ocurrió el secuestro, una periodista muy reconocida que luchaba por la paz colombiana en la televisión y en la prensa escrita.

Violencia e impunidad

En su cautiverio, Diana llevó un diario en el que mostró su amor y su preocupación por su hijo Miguel, entonces de 5 años; este mismo Miguel que, con su muerte ahora, deja huérfano a su hijo Alejandro Uribe Tarazona, de 4 años. De modo que en el libro de García Márquez aparecen los protagonistas de esta tragedia, pues también se narran los esfuerzos de Miguel Uribe Londoño por liberar a su esposa, Diana. En 1991 Uribe Londoño se quedó viudo y ahora en 2025 se queda huérfano de hijo. Las consecuencias de ese drama bestial en una sociedad tomada por los narcotraficantes no terminan.

Con el pasar del tiempo, Miguel Uribe Turbay acaso pudo componer la figura y el recuerdo de su mamá a través de la literatura del nobel colombiano. Al leer esa crónica, él debió experimentar la tragedia como componente de su existencia, pero también pudo sentir la personalidad amorosa y valiente de su madre y tener un retrato imperecedero de ella, quien mostró en el cautiverio tanta preocupación por los miembros de su equipo de trabajo, también retenidos, que por ella misma. Las tragedias de la familia Uribe Quintero y de la familia Uribe Tarazona ocurridas en Colombia son un drama bestial que sufre el mundo entero. (O)