Entretener a los sobrinos e hijas en la década de los 80 no fue muy difícil. Llevarlos en bus de dos pisos al centro histórico de Quito, recorrer con ellos todas las iglesias coloniales, contarles terroríficas leyendas, obligarles a ver con pavor el cuadro del infierno en la iglesia de La Compañía; llevarlos a comer colaciones, garrapiñada, melcochas, higos enconfitados, cocadas y demás golosinas en la confitería La Fama; compartir con ellos la complicidad de tomarnos una enorme cerveza en la Taberna Quiteña para terminar con la típica foto en el parque La Alameda, siempre fue un gran plan. El cuadro del infierno me servía para mantenerlos en silencio y que no contaran jamás que les había dado cerveza, es que solo tenían entre 4 y 12 años. Viéndolo desde la vejez pienso que tal vez no fue lo más acertado, pero de que la gozamos, ¡la gozamos!

... necesitamos un nuevo Arquímedes que nos saque a flote, que nos recuerde nuestros principios...

Entretener al nieto y a los sobrinos nietos es una labor ardua. Mis cuentos ya no son tan simpáticos ni convincentes y su picardía rebasa mi inteligencia. El reto es grande, pero todavía me las ingenio. Hace poco fui a la playa y creo que logré entretener a Juan Pablo Saltiveri, mi sobrino nieto. El día que mi imaginación quiso hacer siesta recordé de pronto a papá recitando el principio de Arquímedes en sus exactas palabras: Todo cuerpo sumergido en agua pierde parte de su peso igual al volumen de agua que desocupa. No me acordaba de que me acordaba, pero sí, ahí estaba intacto y literal en algún recoveco de mi memoria. Gracias a Arquímedes mi sobrino nieto y yo nos divertimos muchísimo con el experimento. En una pequeña piscina él sentía, incrédulo, que yo lo sostenía con solo un dedo y descubría, a la vez, que él era capaz de levantarme con una sola mano.

A la noche de ese mismo día me percaté de que si bien me acuerdo del principio de Arquímedes, me he olvidado del concepto de “ley”, del Código Civil ecuatoriano. Concepto que otrora también lo recité de memoria, pero no, solo me acuerdo del “manda, permite o prohíbe”… ¿Será grave no acordarse de que la ley es una declaración de la voluntad soberana que, manifestada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite?

Bueno, que yo no lo sepa porque ya no soy abogada sino librera, no creo que sea tan grave, pero que los abogados, los jueces, los fiscales, y demás administradores y trabajadores judiciales se hayan olvidado, o les importe un bledo, o se olviden convenientemente, ¡es gravísimo!

La ignorancia/olvido del concepto de ley, de las leyes en general y de los procedimientos en particular nos ha llevado últimamente a unos habeas corpus, sobreseimientos definitivos y sentencias que indignan. Decisiones judiciales que nos avergüenzan a muchos ecuatorianos. Desgraciadamente esto no es sino el resultado de la peor crisis que se ha vivido en la historia del país: la crisis moral.

Esa crisis que nos golpea a diario y para la que no vemos salida. Esa crisis que nos hace tocar fondo, hundirnos en el lodazal inmundo de la sinvergüencería. Esa crisis para la que necesitamos un nuevo Arquímedes que nos saque a flote, que nos recuerde nuestros principios y sobre todo nuestro compromiso con todos los nietos y sobrinos nietos que tienen derecho a soñar, a reír, a creer. (O)