Los males de la caja de Pandora pueden salpicar a quienes la abran. La evasión de impuestos, que es lo que esperan encontrar en los papeles difundidos por un consorcio mundial de periodistas, sería solamente un caso de mayor volumen, pero no por ello más grave, que la travesura que hizo Rafael Correa con la plata que recibió como indemnización por parte del Banco Pichincha cuando ya era presidente de la República. Gracias al director del Servicio de Rentas Internas (SRI) y al abogado que lo representó –que después se convirtió en fiscal–, no pagó los impuestos correspondientes a la recepción de ese dinero, tampoco los de salida de divisas, ni se reflejó en su declaración de la renta. La simple contraposición le da fuerza al argumento de Guillermo Lasso, que sostiene que cuando abrió las cuentas Padrino él no era un político ni un candidato, sino un empresario.
A esa suciedad se va a sumar la que suelte Álex Saab cuando pueda abrir su propia caja negra. Hasta ahora no lo ha hecho por dos razones de peso. La primera es que él y sus abogados están buscando el mejor arreglo posible con las autoridades norteamericanas. Ese arreglo tendrá un único punto, que será la lista de los nombres de quienes estaban detrás de sus negocios multimillonarios. Es la única opción que tiene para reducir la pena de prisión que le espera. La segunda razón para permanecer callado hasta ahora es que su esposa y sus hijos son prácticamente rehenes del Gobierno venezolano. Cuando ella –con voz entrecortada y rodeada de altos mandos chavistas– leyó ante los medios una declaración, era imposible no recordar la escena de El Padrino en que el mafioso arrepentido, que estaba dispuesto a declarar, se sorprende al ver que su hermano ha sido llevado desde Italia hasta la corte norteamericana donde se le juzga. Entiende el mensaje y se sume en el silencio, como lo hará Saab mientras su familia continúe en esa condición.
Pero, aun antes de que se confirmen las acusaciones que causaron su detención en Cabo Verde y la posterior extradición a Estados Unidos, el coletazo ya llegó hasta nuestras tierras. En realidad, no se trata de algo nuevo, sino de la reapertura de la caja que contiene las suciedades de las relaciones entre los gobiernos bolivarianos de Venezuela y Ecuador. Los hechos giraron en torno a la instauración de un sistema de intercambio entre los dos países, denominado Sucre, con el que supuestamente se iba a eliminar la dependencia del dólar y que podría derivar en una moneda virtual.
Lo cierto es que sirvió únicamente para lavar dinero y enriquecer a unos cuantos jerarcas de ambos gobiernos. La indagación judicial fue convenientemente cerrada por los mismos que taparon el caso de la indemnización del banco. El propio Saab hizo mención de esto cuando aseguró que ya había sido tratado por la justicia ecuatoriana.
Es saludable que la Fiscalía haya iniciado el proceso sobre las empresas offshore del presidente de la República, ya que es la única manera de aclarar un tema que no solo le afecta a él, sino que es de interés nacional. Paralelamente debe apersonarse en el juicio a Saab, donde saltará mucha suciedad. (O)