“El Ecuador es el único país del mundo en el que la gente hace cola para ser estafada”: comentario reiterado en las redes sociales sobre el escándalo de Big Money en Quevedo, durante la última semana. Un siglo después, el ingenioso método de la estafa piramidal inventado por Carlo Ponzi sigue tan vigente como en el primer día, con variaciones adaptadas a los tiempos, a las sociedades y a la tecnología del momento. ¿Qué tienen en común personajes tan diversos como Ponzi, Bernie Madoff, el notario Cabrera y Don Naza, además de que fueron, o son, “inversionistas”? Quizás todos ellos han leído a Jacques Lacan, o más bien, sin haber escuchado jamás ese nombre, han intuido sabiamente que el fundamento de casi toda estafa, como la modalidad más ordinaria de un acto perverso, consiste en que el estafador se aprovecha del rasgo perverso contingente y dormido del estafado para hacerle creer que él es quien se está aprovechando del primero.

Decirlo de esa manera es poner el fenómeno en los términos colectivos de una clínica de lo social, lo cual podría ser cuestionado por algunos puristas o resultar ofensivo para muchos profanos. Entonces digámoslo de una manera más gentil, como les gusta a las personas “estafables”: “Has tus sueños realidad” (sic), la consigna de Don Naza, con falta de ortografía y todo. En este caso, los “sueños” no son las ensoñaciones nocturnas que experimentamos mientras dormimos, aquellas que escenifican –de manera disfrazada– la realización de un deseo que no es evidente, como pensaba Sigmund Freud. Los “sueños” a los que se refiere Don Naza son las fantasías diurnas, los daydreams como dicen algunos, aquellos guiones hermosos que realizan nuestros deseos de amor, fama, fortuna, venganza y otros inconfesables, de manera directa, sin disfraz, sin necesariamente pasar a los actos y sobre todo, sin esfuerzo. En este sentido, si todos “soñamos”, la diferencia es lo que hagamos en la realidad en relación con los deseos que nos animan.

Los ecuatorianos somos “soñadores”, aunque no somos el único país que hace cola para ser estafado. La existencia de un rasgo perverso, neurótico, contingente, inconsciente, latente e inactivo es común en la mayoría de la gente, en todos los tiempos, lugares y condiciones socioeconómicas. Los verdaderos perversos, los estafadores consumados por ejemplo, tienen ese rasgo activo, consciente y voluntario todo el tiempo. A su manera, los estafados son corresponsables de su perjuicio en estos casos: porque les gusta creerse “muy vivos” y por querer realizar sus sueños de manera inmediata, sin proceso, sin trabajo y sin esfuerzo. Si el rasgo perverso neurótico y contingente es casi universal, ¿por qué las estafas piramidales prosperan en unas sociedades más que en otras? Es una pregunta que está ligada a otra: ¿Por qué ciertos países eligen demagogos que se entronizan como tiranos y los pueblos los sostienen en el poder indefinidamente? La tolerancia a la perversión, la precariedad de sus instituciones y la inconsistencia de la ley dan cuenta de la falta de desarrollo de un país en un momento determinado. ¿Dónde estamos los ecuatorianos en ese espectro? (O)