Para que se dicte sentencia contra este Diario, por supuestamente haber afectado su honor, el gobierno de Correa eligió el día en que la institución periodística cumplía 90 años. Y quienes trabajábamos en ella, lejos de celebrar tan importante aniversario, debimos mantenernos en plantón frente a la Corte local, con la vana esperanza de que a los jueces que seguían el caso (que eran cambiados a conveniencia) tengan un ataque de cordura y decencia ante tan insólito pedido. No fue la única “coincidencia”, pues ya se había citado a audiencias clave en otras fechas importantes, incluso el día del cumpleaños de uno de los directores.

El “simbolismo ejemplarizador” de ese entonces era parte de una estrategia maquinada desde la comunicación gubernamental, que controlaba todo lo que trascendía del régimen, con una precisión coreográfica y el apoderamiento de muchos efectos visuales y sonoros que fueron usados como herramientas de ese casi omnímodo poder.

Estos recuerdos me saltan casi una década después, cuando escucho en la radio la versión remasterizada y actualizada de una canción marcial que termina aludiendo a “El nuevo Ecuador”, que es la identidad del actual gobierno de Noboa. Y se refuerzan en mi mente los recuerdos cuando leo que el actual régimen cita a las calles para liderar la protesta contra la violencia, que nos atosiga a todos, el próximo 11 de septiembre. Sí, el día que se recuerda el corte de un tajo que dio Pinochet al gobierno socialista de Allende, en Chile; o también el día de la conmemoración 24 del mayor acto de violencia terrorista que ha vivido el mundo: el derrumbe de las torres gemelas de Nueva York, con más de 3.000 personas dentro, por acción de Osama Bin Laden.

¿Coincidencias? Mi paso por el periodismo político me ha hecho ser muy escéptico ante ellas. Creo más bien que hay discípulos de Maquiavelo que cada vez logran mayor presencia en gobiernos del orbe, pensando cómo hacer el mal, para que su jefe quede bien; o cómo hacer el bien, sin que se vea tan mal.

¿Comparaciones? Como muchos, las detesto, porque es difícil creer que solo acciones como las relatadas, en mayor o menor intensidad, uniforman el pensamiento y accionar de regímenes que a ojos de la mayoría son ideológica y metodológicamente disímiles.

Como consultor y comunicador prefiero pensar que es la practicidad de utilizar recetas ya probadas y aplicarlas a la realidad actual, donde el presidente habla prácticamente editado para que su discurso encaje perfecto en las redes sociales, a diferencia de las horas y horas que se tomaba Fidel para hilvanar sus ideas. O las tortuosas sabatinas de hasta cuatro horas en las que hasta los ministros se enteraban de lo que supuestamente ya estaban haciendo.

“El fin justifica los medios”, dice Maquiavelo en El príncipe, aquel libro de cabecera de muchos consultores políticos que hablan al oído a candidatos y presidentes al alcanzar de manera meteórica niveles de influencia importantes. Siendo fiel a esa frase, esperamos que la marcha, la música y demás simbolismos que entran en juego ahora, sean el medio para contener de verdad la violencia, que empero, parece no tener fin. (O)