La lucha por la vida, las complejidades que tiene, los esfuerzos cotidianos por sobrevivir, la desesperación por pagar las deudas, las malas amistades, los espejismos y hasta las ilusiones nos pueden hacer descuidar algo vital: buscar ser mejores. Para ello el punto de partida es tener claro lo que vale la pena y lo que no. La desubicación no es defecto de nadie en particular ni de un sector de la sociedad. Todos podemos desubicarnos en alguna medida y respecto de algún ámbito. Para superarlo es muy útil acudir al deber ser. Así la ruta que estamos siguiendo puede ser redefinida. Decía Ángel Ossorio y Gallardo: “El hombre necesita un sistema de moral, para no ser juguete de los vientos; y cuando se halle orientado moralmente, su propia conciencia le dirá lo que debe aceptar o rechazar…”.
Aunque no parezca, las ilusiones, los sueños, los ideales dependen, en parte, del deber ser. Este también se construye sobre la base de valores. El deber ser del político serio es llegar al poder para servir a la sociedad. El deber ser del profesor es convertirse en referente de sus alumnos transmitiéndoles con amor razones para luchar, conocimientos, orientaciones sanas. El deber ser del directivo es lograr la convicción en sus dirigidos para sacar adelante a la institución. Cualquiera que sea nuestro papel en la sociedad son imprescindibles integridad, autoridad, pasión, luchar con convicción, distinguir lo verdadero de lo fatuo, levantarnos siempre después de los golpes y las decepciones. Las complejidades que vivimos en el Ecuador le pueden hacer perder la fe a cualquiera. Parte del éxito consiste en no dejarnos vencer, en renovar nuestros propósitos y ejecutarlos. El panorama aquí es duro y triste. Presenciamos lo inconcebible: múltiples autoridades tuercen las instituciones jurídicas, hay políticos que parecen pupilos del diablo, “personajes” que aman el show; el cinismo extendiendo sus brazos infames.
Aunque no parezca, las ilusiones, los sueños, los ideales dependen, en parte, del deber ser.
Decía Velasco Ibarra en un libro escrito en la década de los 20: “Ecuador aún puede salvarse”. Yo creo que sí, pero para ello todas aquellas personas que tienen influencia en la sociedad deben hacer un examen reflexivo sobre la manera en que se están conduciendo y dar un giro hacia el bien en la proporción que sea necesario para ser mejores. Además, lo evidente: cada ser y cada institución deben cumplir honesta y noblemente su papel, teniendo claro que el fin no justifica los medios. Nuestra Asamblea Nacional puede ser mejor. Es muy criticada, pero también ha aprobado leyes importantes, con buen contenido: la Ley Orgánica de Juventudes, la Ley sobre la Economía Familiar y Campesina, etc. Nuestra Asamblea debe luchar por ser mejor. Tan sencillo como eso: enfocarse en ser mejor.
Hay que administrar las pasiones, no eliminarlas. No permitir que nos gobiernen y luchar por nuestras convicciones.
Como sociedad estamos a punto del colapso. Podemos morir en cualquier momento por balas perdidas. Hay malas guías para la juventud. Un canal de televisión que era un gran referente hoy es símbolo de lo fatuo. Todos podemos cambiar. Todos podemos ser mejores. (O)