Aunque las apariencias dan para que en las guerras unos se crean ganadores y otros se sientan perdedores, lo cierto es que todos los bandos de una contienda bélica fracasan y pierden, incluso los que supuestamente solo son espectadores o se mantienen neutrales. Cualquier guerra en el siglo XXI es muestra del trato irracional de unos humanos para con otros humanos. Ya son bastantes los siglos históricos que nos han permitido comprender la brutalidad de aniquilar físicamente a quien consideramos un contrario o un enemigo. Desde la Ilíada conocemos las consecuencias que se viven cuando todo un pueblo es arrasado.
Una novela publicada en 2022, del escritor francés Éric Vuillard, titulada Una salida honrosa, nos permite nuevamente pensar en los entretelones de las conflagraciones en las que se juega el destino de muchas partes del mundo, no solamente de los actores directamente involucrados en una guerra, pues este relato trata de la llamada guerra de Indochina en pleno siglo XX. Aunque sea de manera general, varias generaciones recordamos las incidencias de la guerra de Vietnam, cuya lección es saber que un pueblo pequeño, pero determinado en sus convicciones, pudo vencer a una coalición de países con un inmenso poder militar.
Vuillard amplifica escenas y situaciones que nos enseñan que las guerras están cruzadas por una inmensa cantidad de intereses económicos (si alguien gana son los mercaderes de las armas), ideológicos (si uno lo piensa bien, ¿no es hoy absurdo matar y morir por unas ideas o creencias?), y políticos (que ilusoriamente mueven el tablero del poder). Las guerras se libran también en oficinas seguras en medio de militares, presidentes, ministros, banqueros… La novela de Vuillard tiene como eje narrativo –una vez que franceses y norteamericanos constatan la imposibilidad de ganar la contienda– la búsqueda, para todas las partes, de una ‘solución honrosa’.
Como lo ha hecho en novelas anteriores, Vuillard recoge escenas y fragmentos de hechos históricamente registrados y conocidos para, a partir de esas instantáneas, ver cómo el detalle condensa la trascendencia de los acontecimientos. Vuillard retrata las condiciones de vida de los trabajadores cuasi esclavos de la plantación Michelin que extrajeron caucho por décadas en las selvas vietnamitas; vemos que estos trabajadores son la simiente de la rebelión y del ejército popular que enfrentará a los invasores; atestiguamos las artimañas de los políticos, especialmente cuando constatan que la guerra es muy cara.
“Y así es como nuestras heroicas batallas se transforman una tras otra en sociedades anónimas”, dice la voz que narra, para enfrentarnos directamente con la verdad de las economías que se mueven en las guerras. “Habían esperado el enfrentamiento, lo habían deseado ansiosamente, ¡y ahí está! Y, como siempre, es mucho menos divertido que en los libros, mucho menos hermosos que en las pinturas, aún más triste que en los recuerdos. Huele a gasolina, a polvo. El aire está cargado de humo, dejan de respirar y tosen, dejan de hablar y gritan, dejan de cantar y escupen”. ¿Es que una guerra puede permitir una salida honrosa? (O)