En los últimos años, incluso las publicaciones médicas científicas –tradicionalmente consideradas baluartes de integridad académica–, no han logrado escapar a los tentáculos de la corrupción.

La confianza institucional se ha erosionado.

El rigor científico, la transparencia editorial y la responsabilidad ética también.

Los recientes escándalos sobre revistas médicas que no cumplen criterios de calidad y han sido expulsadas de grandes editoriales y bases de datos mundiales, han puesto en evidencia un deterioro profundo: los beneficios personal y económico traspasando el margen ético y comprometiendo la credibilidad de la ciencia.

En el caso de la medicina, la confianza en ella depende de la investigación con evidencia, que debe ser honesta y rigurosa: tanto quienes investigan como quienes editan y publican deben ser probos.

El conocido aforismo “publicar o perecer” ha empujado al mundo académico hacia una productividad cuantitativa que muchas veces sacrifica la calidad científica.

Las universidades, en su mayoría, utilizan el número de publicaciones como indicador clave de productividad académica atándolo a procesos de titularización, ascenso profesional y acreditación institucional. Las publicaciones también forman parte de la carpeta de méritos de un postulante a posgrado médico.

A ello se suma el negocio editorial. Con la promoción del “acceso abierto a la ciencia” algunas revistas han optado por ser de acceso gratis para todos trasladando los costos a los autores, quienes tienen que pagar por publicar sus investigaciones.

En esos casos, los investigadores deben pagar desde cientos hasta miles de dólares para ser publicados.

La última revista expulsada de la editorial Elsevier tenía una “tasa de procesamiento de artículo” de $ 4.150 por cada trabajo, para que se publique en acceso abierto y pueda ser leído gratis.

El acceso universal se convierte, entonces, en un privilegio para quienes pueden pagar.

Y, como si eso fuera poco, prolifera el mercado de “invitaciones” a formar parte de la autoría de artículos o libros pagando una tarifa. Esto ocurre generalmente en revistas “depredadoras”, que garantizan un proceso de publicación rápida, sin revisión de calidad.

Frente a este panorama, marcado por la falta de ética, la Revista Ecuatoriana de Neurología (REN) se ha mantenido incólume.

Orgullosamente ecuatoriana, es la única revista biomédica del país que se encuentra indexada en Scopus (una base de datos multidisciplinaria de resúmenes y citas de literatura científica) y se ha sostenido de manera ininterrumpida desde sus inicios en 1992.

REN es la publicación oficial de la Sociedad Ecuatoriana de Neurología y de la Liga Ecuatoriana contra la Epilepsia. Es de acceso abierto, somete sus manuscritos a revisión por pares nacionales y extranjeros, no cobra ningún tipo de tarifa y se rige exclusivamente por la calidad científica. Sus 33 años de existencia representan perseverancia, trabajo en equipo y compromiso genuino con la integridad académica y con el país. (O)