Si bien la estrategia establece el rumbo y los cambios que necesitan realizar un país, un sector, una empresa; el liderazgo provee la energía que los cataliza, inhibe o sostiene. La incursión de la generación de los mileniales, la transformación digital y el entorno de cambio en el mundo han ocasionado que el liderazgo evolucione de estar centrado predominantemente en la ‘transacción’ a un liderazgo más enfocado en la ‘transformación’. La pandemia incluso aceleró esta evolución.

Es necesario entender las diferencias y las posibilidades que cada estilo abre, más aún en la coyuntura que vivimos en el país.

El liderazgo transaccional es un estilo que valora el cumplimiento de objetivos a través de distintos acuerdos y/o transacciones, el toma y daca. Los seguidores son motivados apelando a su propio interés, por lo cual requieren incentivos tanto positivos (recompensas) como negativos (castigos) para avanzar. Es decir, si uno hace algo por el líder, el líder hará algo por uno, y viceversa. La relación así es débil, basada única acción en el corto plazo.

Al contrario, el liderazgo transformacional valora el cumplimiento de objetivos a través de ‘transformaciones’ que no son otra cosa que la creación de condiciones nuevas que materializan visiones. Los seguidores del liderazgo transformacional ponen los intereses del grupo primero y asumen un sentido de propiedad.

En el primer estilo, los líderes gobiernan principalmente ejerciendo poder y mostrando las consecuencias; en el segundo, los líderes gobiernan por el respeto, la libertad, la responsabilidad propia y automotivación influenciados por el propósito compartido.

Las relaciones en el liderazgo transaccional son impersonales y débiles al estar centradas en la transacción y no en las personas y la interacción con ellas; el liderazgo transformacional se centra en las relaciones con las personas, sus emociones y las causas que persiguen.

Los estilos entre sí no son excluyentes, ninguno es mejor que otro. Sin embargo, se ha demostrado que funcionan mejor ante determinadas situaciones. El transaccional funciona muy bien en corto plazo para resolver crisis, para reconocer el esfuerzo y mejorar los resultados en el marco de lo que se viene haciendo. Mientras que el transformacional funciona muy bien ante visiones distintas y para cambiar el rumbo e implementar nuevas ideas. Los auténticos líderes transaccionales son personas justas que establecen incentivos, son transparentes al hacerlo y los cumplen. Los auténticos líderes transformacionales son ágiles y se caracterizan por saber inspirar, transmitir confianza, escuchar y retroalimentarse.

En el país estamos llenos de desafíos de transformación, van desde el desarrollo de la industria minera hasta la reestructuración del Estado, pasando por la eliminación de la corrupción y la inseguridad; y, en las empresas, lo mismo: desde la sostenibilidad económica hasta la necesaria solidaridad, pasando por la inevitable transformación digital. Es pertinente preguntarnos: ¿quiénes estamos siendo hoy cuando lideramos? ¿Qué estilo es el que más nos conviene? ¿Estamos dispuestos a desarrollar las características que ello implica? El estilo de liderazgo que predomine en los próximos meses marcará la diferencia en los resultados que logremos. (O)