Para los ecuatorianos es muy claro que el país vive una profunda crisis que tiene varias manifestaciones, la que más preocupa es la inseguridad, que lleva hasta la violencia. Hay muchos testimonios de experiencias desagradables, perjudiciales y peligrosas. Abundan las que dejan pérdidas materiales y muerte o daños graves en la salud.
Ante esta situación, todos buscamos culpables y clamamos porque se solucione el problema, recordamos nuestro derecho a vivir en paz, pedimos que se aplique mano dura y que las Fuerzas Armadas participen en los operativos y redadas, aun más allá de lo que las leyes permiten.
Pero la delincuencia, que se percibe como grave problema, supone un comportamiento que, como todos, tiene causas y antecedentes, y para encontrar la solución hay que identificar el origen y el ambiente en el que se produce. Entonces, es necesario que junto con las acciones policiales y judiciales se tomen medidas que cambien la realidad social.
Lo primero que hay que considerar es la falta de empleo, las dificultades para acceder a la educación, la ausencia de oportunidades para progresar. Los casos son múltiples, conozco, como probablemente algunos de ustedes, historias de jóvenes talentosos, estudiosos, a veces, tempranamente responsables de una familia porque el padre los abandonó, que han tenido que renunciar a sus sueños por falta de recursos económicos y que, sin conseguir empleo, optaron por el trabajo callejero y, víctimas de algunas tentaciones, se arriesgan en tareas que les proporcionan dinero y los acercan cada vez más al mundo del delito.
Capturan a tres de cuatro menores que se fugaron de Centro de Adolescentes Infractores
Los ejemplos se repiten y es pertinente pensar que es urgente revisar la política social y sus métodos; en esa área hay trabajo público y privado, pero no es suficiente o, en algunos casos, es inadecuado. Los ecuatorianos hemos demostrado muchas veces que somos capaces de responder solidariamente ante situaciones de riesgo y hasta de lograr la coordinación de varias instituciones para lograr que se realice con orden y en un marco de seguridad un importante partido de fútbol.
Llegar hasta este punto me ha llevado a plantearme algunas preguntas, que comparto con ustedes, amables lectores. Una: ¿Por qué no podemos actuar de la misma manera ante la crisis actual?
Pensando en algunos casos de arranchadores, me surgió otra duda. Si la pobreza, la falta de oportunidades y la incertidumbre ante el futuro son causas que llevan a las personas al delito, ciertamente, hay que trabajar para eliminarlas. Pero ¿cuáles son las causas de que haya quienes obtienen sin mayor esfuerzo títulos universitarios, ejercen su profesión y llegan a altos cargos públicos y privados y, sin embargo, se convierten en delincuentes que no arranchan en la calle, sino desde cómodas oficinas y, en algunos casos, hasta con guardia oficial a la puerta?
Son preguntas que comparto con ustedes y ojalá sean motivo de reflexión conjunta, porque si es necesario cambiar la realidad social en la que vivimos todos, la respuesta es indispensable para trabajar por la solución, en la que, posiblemente, debamos participar todos, también. (O)