Pachakutik, el brazo político de la Conaie, es uno de los principales movimientos políticos del Ecuador. El mejor organizado y disciplinado con dirigentes de gran ambición. No sería raro que en los próximos comicios elijamos un presidente indígena. Yaku Pérez estuvo muy cerca. Se han estado preparando desde 1992 cuando mostraron un inesperado poder de convocatoria.

Colaboré en el gobierno de Sixto como su primer ministro de Educación, Cultura y Deportes. El presidente quería fortalecer la educación intercultural bilingüe y para hacerlo decidí tener reuniones periódicas con los dirigentes indígenas. En una de las primeras les pedí que nos dijeran cuáles eran los fines de la educación bilingüe. En la siguiente, se presentaron con un papelógrafo y una especie de decálogo escrito con grandes letras. El primero decía: “1.- La toma del poder político”. No lo esperaba. Los demás puntos eran muy pertinentes. Para iniciar la conversación les dije que me parecía legítimo y les hice una pregunta, ¿qué van a hacer con el poder si primero no aprenden a leer y escribir bien? Estuvieron de acuerdo y tuvimos siempre una sincera y fructífera relación. Aprendí de ellos, de su sabiduría y su prudencia. Al final de mi gestión tuve el honor de asistir a la entrega de diplomas a los primeros licenciados en Ciencias de la Educación Bilingüe, otorgados por la Universidad del Azuay. Gracias debidas al ilustre doctor Teodoro Coello. Era 1993.

El poder político tiene graves responsabilidades. Bien ejercido, el gobernante causa el bienestar de los pueblos, que tienen derecho a expresarse, sin dañar a otros. Lo peor que tenemos en la memoria del movimiento indígena son las movilizaciones que paralizaron el país y los sucesos de Quito en octubre de 2019. Han dejado en la gente una honda huella de miedo. Porque no se podía distinguir quiénes eran los delincuentes mimetizados como indígenas y quiénes lo eran realmente. Parecían vándalos que pasaban destruyendo todo a su paso, como Atilas redivivos. El incendio de la Contraloría fue un acto criminal, parecía destinado a destruir pruebas de delitos.

He escuchado la palabra “resistencia” para denominar su lucha. De la resistencia a la revolución hay muy poco. La Resistencia francesa, en la Segunda Guerra Mundial, no fue solo resistir, aguantar. También fue sabotear y destruir al enemigo con ataques armados. Esos héroes sabían que los nazis no tomaban prisioneros sino para torturarlos y asesinarlos. Exponían la vida. Fueron únicos, incomparables.

Los movimientos indígenas tienen que demostrarnos que son honrados, verídicos y laboriosos. Que sus dirigentes pueden alzar la mirada hacia horizontes de paz y unidad. Que no debemos temerlos, que van a dialogar, a respetar a quienes no piensan como ellos, a la propiedad privada, a los derechos humanos. Es verdad que producen lo que comemos, pero no es gratis porque les pagamos por sus papas y sus coles. Es un camino de doble vía que conduce a la convivencia y al progreso. Los mestizos de estos días no somos los conquistadores de antaño. No somos sus torturadores ni sus explotadores. Somos amigos, hermanos. Tenemos la misma bandera. (O)