Disfrutar y aprovechar la vejez debe ser también una opción de vida. Aunque las señales externas de envejecimiento sean evidentes; mientras lo mantengamos sano, nuestro cerebro puede continuar generando, por largo tiempo, sensación de bienestar y de placer. Esta actividad electroquímica cerebral se mantiene en retroalimentación constante según la actividad y el estímulo que diariamente le proveamos.

Teniendo en cuenta que la expectativa de vida humana se ha incrementado gracias a los avances de la ciencia, que ha permitido controlar muchas enfermedades, debemos tener presente que la edad de la jubilación es solamente un número que marca el inicio de una etapa diferente de vida, que puede ser igual de productiva y placentera que las anteriores. El espíritu de alegría, las ilusiones y la curiosidad no disminuyen ni se terminan con la edad. Jubilarse –en términos de “dejar de trabajar”– no es una obligación. La decisión es individual. Puede que decidamos dejar de tener dependencia laboral, pero eso no implica “dejar de producir”. Haber acumulado aprendizajes y experiencias es la mayor riqueza del adulto mayor, que bien puede ser aprovechada por las nuevas generaciones. A su vez, el adulto mayor continúa aprendiendo de los jóvenes, aprovechando su energía y dinamismo. Y así, la retroalimentación continúa.

El relativamente nuevo término perennial (acuñado por Gina Pell en 2016, que, en español, bien puede ser perennal) se refiere a una nueva categoría generacional, a la que, al momento, en su gran mayoría, pertenecen los denominados baby boomers (nacidos entre 1945 y 1965). El término proviene de perenne, es decir, continuo, permanente, que dura muchos años. En esta nueva generación, la edad es lo de menos, y no es un límite para continuar siendo relevante; lo importante es la actitud y la capacidad de seguir produciendo. Quien se considera perennial rompe lo estereotipos de la moda, puede seguir vistiendo como antes, se integra a cualquier grupo social, está al día con la tecnología, está permanentemente informado, tiene amigos de todas las edades. Los perennials disfrutan de su trabajo, les encanta viajar, buscan nuevos aprendizajes, se adaptan fácilmente, se atreven a experimentar, ríen, bailan y se agrupan socialmente, no por edad, sino por interés común. Pueden seguir amando e ilusionándose. Y, lo mejor de todo, pueden continuar siendo eficientes y productivos.

El término perennial se opone a las ataduras que el agrupamiento de las edades impone cuando se accede a algún servicio. Si uno quiere inscribirse o registrarse en alguna actividad, por ejemplo, las edades se suelen agrupar en intervalos que, inicialmente, se presentan cortos: 20-30 años, 30-40 años, 50-60 años; pero, después (61 y más), es como si todos fuéramos iguales. No lo somos.

Cada uno, desde el lugar que le toque, debería esforzarse para romper esas barreras etarias que interfieren con la buena convivencia social. Rescatemos y respetemos lo que cada ser humano puede hacer y producir, independientemente de su edad. Las vidas pueden y merecen seguir siendo plenas hasta el final. (O)