Los puentes que unen a Guayaquil con los cantones vecinos están llenos de pancartas de los candidatos presidenciales. En las avenidas anchas con parterres se colocan propagandas diversas en gigantografías, a veces de mal gusto. Significa que las campañas políticas y mercantiles no prescinden de los carteles y los anuncios escritos para convencer y persuadir a los consumidores y a los electores.

Los medios de comunicación nos dan cuenta de los trágicos efectos de la pandemia y también muestran la indisciplina social. Gente de toda condición que no aplica las medidas para evitar contagios. Hacen fiestas masivas, deportes con bastantes espectadores, salen a la calle sin mascarillas y demuestran una confianza de superhéroes porque consideran que a otros sí, pero a ellos no los puede atacar la pandemia. Después vemos los hospitales repletos, los médicos y enfermeras atareados porque no se dan abasto para atender a tantos pacientes. Los periodistas aconsejan cuidado, pero no parece suficiente. La irresponsabilidad no tiene contén. Tampoco dan resultado los esfuerzos de las fuerzas del orden. La gente no hace caso y algunos hasta se ponen bravos y desafiantes.

En este año, todos hemos perdido parientes y amigos queridos. Es trágico entregar en un centro de salud a una persona amada y que nos devuelvan sus cenizas en un recipiente. Sufrimos también porque no pudimos ofrecerle un funeral digno, una despedida postrera. Todo en medio de una corrupción sin piedad que se ha aprovechado del dolor del pueblo para hacer negocios ilícitos.

Hace falta que el Gobierno nacional y los municipios hagan campañas para que la gente se cuide y no contagie. ¿Por qué no hacen una ofensiva visual y auditiva, con letreros gigantes en todas partes, así como hacen los comerciantes, los políticos y hasta algunas instituciones educativas? Hay que convencer a la gente de que tenga cuidado, que demuestre su solidaridad empezando por uno mismo. Machacar y machacar es necesario. Contrate, señor presidente, una buena agencia de publicidad y planifique una campaña salvadora de la vida y la salud del pueblo. Se exigen sacrificios, las personas se cansan, los negocios quiebran. Nos llenamos de feriados, elecciones y más feriados, que son oportunidades para la irresponsabilidad social.

Esta campaña debería ser coordinada con el próximo Gobierno, para que sea permanente. Que los ministros salientes y entrantes hablen entre ellos, con sus equipos, para que exista continuidad. Cuando la gente al fin reciba la vacuna, tiene que continuar con los cuidados. Veamos lo que sucede en otros países y hagamos experiencia en cabeza ajena.

Ya que este Gobierno estuvo lento y sin planificación eficiente y nos tiene esperando el turno para que nos vacunen, por lo menos haga lo correcto en sus días finales. No puede haber diferencias insoslayables con los candidatos. Uno ganará. Hablen con los dos. Eso hizo el Gobierno de Sixto en 1996 y la respuesta fue muy positiva, porque ofreció información útil. Ahora es necesario coordinar la lucha contra la pandemia, porque, como decían los romanos, salus populi suprema lex est: la salvación del pueblo es la suprema ley. (O)