Nadie sabe lo de nadie, pero todo se llega a saber. O no-todo, como escriben mis colegas lacanianas ¿Acaso no sabíamos que Guillermo Lasso tuvo inversiones en Panamá y las derivó a fideicomisos en otro lugar para ser candidato presidencial? ¿Jamás escuchamos que nuestros viejos y nuevos ricos envían su dinero bien o mal habido a paraísos fiscales? ¿Nunca nos enteramos de que esa es una práctica común de los adinerados en la mayoría de los países del planeta? Quizás siempre lo supimos, pero cuando lo verificamos oficialmente, nos hacemos los sorprendidos como las buenas almas bellas que somos. O simulamos desencanto al mirar la foto de nuestro presidente junto a la de todos los sátrapas del planeta, y… ¿junto a las de Shakira y Julio Iglesias? ¡Por favor!

Este no es un alegato en descargo del presidente Guillermo Lasso, porque él nos debe a todos los ecuatorianos algo más que una apurada desmentida en horario nocturno después de la última novela turca. Me sumo a la demanda de algunos y a la supuesta disposición del presidente para que él comparezca ante la Asamblea Nacional y el país entero, dando cumplidas y suficientes explicaciones, que ojalá desvanezcan las sospechas de fraude fiscal. Porque incluso si ya lo sabíamos o si no hay delito en su conducta, todo este asunto “nos ha caído chancho” en medio de tanta masacre y bancarrota. Aunque no haya cometido un fraude, tener cuentas offshore resulta “feíto”, como decía mi padre para aludir a un gesto cicatero o de mal gusto, aunque no necesariamente ilegal. Porque el mal gusto no es un estigma de los pobres, sino un rasgo de los nuevos ricos ecuatorianos.

Podemos admitir que creó fideicomisos en los Estados Unidos de Norteamérica para garantizar el futuro de su prole, cual padre amoroso. Pero en ello mismo advertimos una flagrante contradicción si él afirma que cree en el Ecuador y en el futuro de este país. Entonces, ¿por qué no trae toda su plata a este lugar, donde millones de niños terminan cada día con apenas un pan y una colada, y otros tantos burgueses de medio pelo terminamos cada año refinanciando el pago de la tarjeta de crédito? Si así lo hiciere, sería una enseñanza histórica para sus hijos y todos los ecuatorianos, una bofetada para todos los cholos con plata que esquilman al Ecuador, y un “yucazo” para el golpismo izacorreísta que en este momento baila en chullo pie al ritmo del “Pandorazo”.

Yo voté por usted, presidente Lasso, no porque me parecía “el menos peor”, sino “el más mejor”, y quizás todavía podría serlo. No necesito que usted sea un candidato al santoral de la Iglesia católica, porque de esos estoy harto. Solo espero que haga —realmente— de presidente de la República del Ecuador como se debe. Para lograrlo, no se necesita un superhombre ni una “mujer maravilla”: pregúntele a su colega Angela Merkel. Solo se requiere un pecador común, pero con suficiente honestidad, firmeza, claridad, justicia, equidad, trabajo, ejecución y productividad. Si usted realizó unas inversiones “feítas”, yo podría disculparlo, si rectifica. Pero si sacó sus millones solamente para no pagar impuestos aquí, que su San Josemaría interceda por usted. (O)