Hace poco la población del planeta alcanzó los ocho mil millones. Esta noticia revive el viejo miedo a un exceso de población en un planeta con recursos limitados. Para los ansiosos, recomiendo leer el libro Superabundancia: La historia del crecimiento de la población, la innovación y el florecimiento humano en un planeta infinitamente abundante, de Marian L. Tupy y Gale L. Pooley.

Si los recursos del planeta son limitados y los seres humanos somos como bacterias cada vez más numerosas en una placa de Petri, tendremos mayor escasez. Pero los autores explican —siguiendo la línea del economista Julian Simon (1932-1998)— que, aunque los recursos del planeta son físicamente limitados, las combinaciones posibles de estos son infinitas y son los seres humanos libres para intercambiar información y experimentar quienes descubren nuevas y mejores soluciones.

La explosión de innovación ha derivado en fenómenos como la desmaterialización (¿ha considerado cuántos aparatos su teléfono inteligente reemplaza?), aumentos en la productividad, entre otros efectos que han derivado en tendencias sumamente positivas. Tupy y Pooley detallan cómo los titulares apocalípticos simplemente no están respaldados en los hechos mostrando tendencias positivas en ámbitos tan diversos como la expectativa de vida y salud de las personas y del medio ambiente, etc. El habitante promedio del planeta Tierra vive hoy una vida más sana y larga con comodidades inconcebibles para los más ricos de hace apenas un siglo.

Con 8.000 millones de personas, ¿hacia dónde va la población mundial?

Tupy y Pooley analizaron los precios de cientos de materias primas, productos y servicios a lo largo de dos siglos y descubrieron que estos se volvieron más abundantes conforme creció la población. Para analizarlo, los autores utilizaron los “precios en tiempo”, esto es, cuánto tiempo debe trabajar una persona para conseguir X en un punto el tiempo. Al realizar la comparación entre dos puntos, obtienen información acerca de cuánto más o menos abundante se ha vuelto dicho recurso, producto terminado o servicio para un trabajador promedio.

Consideremos un ejemplo por los autores: los acondicionadores de aire y la electricidad. El tiempo que un obrero estadounidense debía trabajar para ganar suficiente dinero para comprar un acondicionador de aire y 1.000 kilovatios de electricidad requerida para usarlo llegaba a 214 horas en 1952. Para 2019, cayó a 9,8 horas (una caída de 95,4 por ciento en el precio en tiempo). Considerando la compensación por hora de un obrero estadounidense, las unidades de acondicionadores de aire y la electricidad se volvieron 22 veces más abundantes entre 1952 y 2019. Entre 1952 y 2019 la población estadounidense se duplicó conforme el costo de proveer aire acondicionado para todo el país cayó en más de un 90 por ciento.

Los autores concluyen, considerando 50 materias primas básicas, que cada incremento de 1 % en la población está asociado con un incremento de 7,06 % en la abundancia personal de 50 materias primas básicas. La abundancia personal es como el pedazo de la pizza que le toca a cada persona. Para que el progreso continúe se necesitan dos elementos cruciales: las personas y la libertad. Como decía Simon: “El problema del mundo no es demasiada gente, sino la falta de libertad política y económica”. (O)