El reciente referéndum y consulta popular en Ecuador dejó un resultado claro: el no ganó de manera contundente en casi todo el territorio nacional, salvo en Tungurahua, la ciudad de Loja y La Puntilla–Samborondón. Las interpretaciones han variado según la posición política. Desde la izquierda, movimientos como Unidad Popular, RC5, la UNE, la Conaie y Pachakutik celebraron el resultado como una derrota para el Gobierno y un rechazo a la gestión presidencial.
Otros sectores sostienen que la convocatoria misma fue inoportuna y que implicaba riesgos políticos serios, como una eventual mayoría correísta en una asamblea constituyente. En medio del debate se evocaron frases de Bolívar, Velasco Ibarra, Arosemena Monroy, Osvaldo Hurtado y Lenín Moreno sobre la responsabilidad de los ciudadanos en la vida pública. Sin embargo, no se comprendió que la consulta no era un plebiscito sobre el presidente, quien continuará gobernando tres años más. Tampoco los promotores del no pueden considerarse ganadores estratégicos y el perdedor el Gobierno. El verdadero perdedor, según esta lectura, es el país, que dejó escapar la posibilidad de reformar aspectos problemáticos de la Constitución de 2008, si se sienten ganadores, es cuestión de ellos.
El entusiasmo con que algunos sectores vinculados a grupos delictivos celebraron el resultado evidenció un preocupante apoyo al inmovilismo institucional. Ráfagas y disparos de armas de fuego, con fuegos artificiales, como en sectores del cerro San Pablo en Manabí, el cerro Las Cabras en Durán o sectores de Bastión Popular o Prosperina, y demás bastiones de GDO, celebraban el triunfo del no, identificándose con la tendencia.
Las consecuencias políticas serán significativas: el presidente deberá continuar con las herramientas actuales y enfrentarse a una Corte Constitucional de orientación progresista woke, a menudo contraria a sus iniciativas. La renovación parcial del gabinete es apenas un primer paso; el problema más profundo se encuentra en los mandos medios y en una burocracia donde persisten cuadros que, desde dentro, terminan obstaculizando las políticas gubernamentales.
Durante la campaña varios episodios reforzaron la imagen de un Estado descoordinado: el Ministerio de Educación emitió un protocolo de identidad de género más allá de lo ordenado por la Corte Constitucional, pero escudado en ella; el Ministerio de Salud mostró graves deficiencias en atención médica y falta de medicina; el Ministerio del Trabajo generó incertidumbre sobre remuneraciones; y el IESS insinuó limitaciones en la atención médica. Todo ello contribuyó al ambiente adverso en plena consulta.
El resultado del no revela, finalmente, la fragilidad institucional del Ecuador y la necesidad urgente –otra vez postergada– de reformas estructurales. El presidente Daniel Noboa debe escuchar la lectura de la votación, sin claudicar valores ni principios. Debe rectificar lo que fuere necesario, sin ceder espacios ni entregar cuotas políticas. Especialmente debe aprender que la juventud es muy necesaria, pero debe confiar en la experiencia que da los años a profesionales competentes y honestos. (O)