El debate público en Ecuador abunda ahora con todos los casos posibles de mujeres prominentes denunciando violencia política. Desde lo trágico, la fiscal Diana Salazar siendo atacada por otras mujeres en forma sistemática y vil, hasta lo cómico: la presidenta del Consejo Nacional Electoral afectada por una crónica. Eso sin contar con las agresiones usuales en redes sociales donde mujeres con protagonismo público son usualmente insultadas. Que ahora una mujer que denostaba el feminismo diga que ser nombrada embajadora en Israel es violencia de género (ya quisieran muchas funcionarias de carrera del servicio exterior ser reconocidas con un puesto así) es el ápex de un proceso sistemático de trivializar el concepto mismo de qué es violencia y qué de género. O, para ser precisos, contra el género que no ha estado tradicionalmente en espacios de poder.