Pocas veces un Premio Nobel de la Paz puede ser tan merecido como el otorgado a la venezolana María Corina Machado.
Mujer ejemplar, de un liderazgo formidable, de una pasión democrática sin límites, de una capacidad de lucha y de sacrificio que ya la quisieran quienes se consideran líderes en el mundo actual.
María Corina Machado, la opositora venezolana, gana el Nobel de la Paz
Con una gran sorpresa recibió la noticia, y con la humildad de los líderes auténticos dijo: “¡Oh mi Dios!, no tengo palabras”. Prosiguió y dijo al miembro del Comité Nobel que le daba la noticia: “Usted tiene que entender que esto es el logro de toda una sociedad, yo soy solo una persona, y ciertamente no merezco esto”. El diálogo prosiguió, y el miembro del comité dijo: “Usted ha sido galardonada por su incansable lucha por la defensa de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición pacífica de la dictadura a la democracia”.
María Corina es el ejemplo de lo que representa ser líder. Sin pretensiones, movida por causas nobles y por valores, valiente e inflexible en lo que son principios, y por sobre todo, dispuesta a entregar todo de sí por las más altas aspiraciones de los humanos.
¡Qué contraste con la figura del tirano! Rodeado de una pléyade de delincuentes que han logrado entre todos, como herencia del chavismo, volver pobre al más rico de los países de la región, a aquel que tiene las más altas reservas petroleras del mundo, gigantescas reservas de bauxita, recursos naturales en abundancia, una envidiable posición geográfica, y todas las potencialidades para ser una nación de las más prósperas del mundo.
Llevar a Venezuela a donde está en la actualidad requiere capacidades destructivas especiales, especialísimas, solamente presentes en los regímenes tiránicos que desconocen que la libertad y la creatividad del ser humano son la fuente del progreso. Regímenes que solo confían en un Estado dadivoso, en una concepción de la sociedad alimentada por el odio de clases, que ha sido más estéril que la arena del más seco de los desiertos.
El premio de María Corina es de todos los venezolanos, especialmente de los que han luchado y deben seguir haciéndolo por recuperar la democracia, la esperanza y la posibilidad de salir adelante algún día, rompiendo la estructura mafiosa que los ha oprimido por tantos años.
Y cuando veamos las escenas de la entrega del premio, cuando leamos todo lo que se relaciona a este tema, no dejemos de recordar a quienes en nuestro país han rendido culto y se han solidarizado con esa abominable tiranía despótica y corrupta, y que han alabado y glorificado a la revolución cubana, y que se han declarado amigos y compañeros del tirano que hoy está destruyendo igualmente a Nicaragua.
Ojalá que por decencia, a ninguno de ellos se les ocurra ni hablar, ni hacer comentarios, sobre el premio Nobel de la Paz entregado a María Corina Machado con tanto acierto. Si lo hacen para condenarlo, provocarán nuestra ira, si lo hacen para solidarizarse desnudarán su gran hipocresía. (O)