A pesar de las rimbombantes declaraciones tras la reciente Conferencia anual de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP27) de que se creará un mecanismo de reparación para los países más afectados, el planeta está lejos de prevenir sus propias desgracias. Al final, la COP27 sacrificó el control de emisiones de dióxido de carbono, que son la principal fuente de calentamiento del planeta, para obtener ayuda financiera para los países de menores recursos.

¿Cuánto puede ayudar el dinero en efectivo a un país que tiene como destino borrarse del mapa? Con el incremento paulatino de la temperatura de la tierra, continúa aumentando el nivel de los océanos. La primera víctima anunciada es Tuvalu, un país de Oceanía que, antes de desaparecer debajo del mar, se espera que se vuelva inhabitable para su población de 12.000 personas. Tal cual si desapareciera toda la parroquia Salasaca en la provincia de Tungurahua, es decir, una cultura entera.

Dónde queda Tuvalu, la nación que está a punto de desaparecer bajo las aguas debido al cambio climático

El Acuerdo de París, que ha sido el marco de referencia para salir de la crisis climática desde 2015, no tiene la misma vigencia moral que antaño, a pesar de que está por cumplir la mayoría de edad. Las grandes corporaciones, responsables de las emisiones en asocio con los gobiernos, prefieren invertir liminalmente en lavar su imagen (blanqueamiento climático o climate-washing) que en tomar verdaderas medidas. Además, los mismos gobiernos otorgan ventajas tributarias a los combustibles fósiles, en efecto garantizando la maximización de retornos gracias a su uso.

Este tipo de contradicciones son comunes en la Conferencia sobre Cambio Climático. Dieciocho de veinte auspiciantes de la COP27 apoyan a, o tienen vínculos con, la industria de combustibles fósiles. Entre ellas se encuentra Coca Cola, la mayor contaminadora de plástico en el mundo. Esto es normal cuando el Mundial de Fútbol, un deporte, tiene auspicio de cervecerías, y pide juego limpio en la cancha mientras se disputan los partidos en un país que tiene un pésimo récord de derechos humanos.

¿Qué ha logrado la explotación de combustibles fósiles aparte de llevarnos al límite de la posibilidad de la existencia humana? En el caso de Ecuador, al Mundial de Qatar, tanto porque nuestra economía depende en buena parte del petróleo como porque el Gobierno qatarí invirtió sabiamente en el Mundial como campaña de relaciones públicas. Debe ser muy gratificante para el emir que abunden videos sobre el maravilloso metro de Doha y el buen ambiente que se vive fuera del estadio. Pero si Qatar logra dar esta imagen es porque es uno de los principales exportadores de gas natural en el mundo.

De regreso a la vida cotidiana, cuando pase la fiebre mundialista, tenemos la responsabilidad de volvernos mínimamente más informados. Es absurdo maravillarse con la construcción de estadios con capacidad de combatir el calor ambiental mientras el cambio climático está provocando tanto sequías como inundaciones más frecuentes alrededor del mundo. No ignoremos que las soluciones propuestas por los países de altos ingresos no solucionarán, entre otras cosas, la falta de alimentos debido a la ausencia o sobreabundancia de agua en la agricultura. (O)