En los últimos días se dio el diálogo con dos sectores que han tenido el precio de los combustibles en su agenda: los transportistas y la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador).

Los primeros, divididos en “subsectores”, pues el transporte de carga es una cosa, el público urbano otra, el intercantonal otra más y así con cada una de las ramas de esta actividad, recibieron propuestas para cada una de ellas de parte de las autoridades.

Los dirigentes dijeron que consultarían con sus bases las propuestas recibidas. Los transportistas no usaron lenguaje incendiario, no llamaron a la movilización. Ellos entendieron que no han subido los precios de las cosas, como se ha argumentado con tanta falacia, como una supuesta consecuencia del aumento de los combustibles. Las cifras revelan todo lo contrario. Entienden que se pueden buscar medidas compensatorias, y han acogido el diálogo como instrumento válido en una democracia para resolver los problemas que tiene una sociedad.

Una parte de la Conaie, en especial la que lidera Leonidas Iza, no habló de entendimiento y llamó a la “resistencia”, la cual, para quienes conocemos la jerga de los formados en la doctrina marxista, en el mariateguismo y la Revolución cubana, significa no aquello que tienen las bacterias hoy para muchos antibióticos, sino sencillamente la búsqueda del caos social, para sobre este, sobre esa destrucción de las instituciones y de la estabilidad política, tratar de acceder al poder y concretar sus aspiraciones políticas.

En el libro Estallido, Iza y otros dirigentes hacen la apología de un hecho delictivo, terrorista y criminal, cual fue octubre 2019, como si fuese un hecho glorioso, una manifestación legítima de protesta. Y como la justicia ha brillado resplandeciente en la impunidad, y como hasta aquellos que fueron apresados dentro de la Contraloría mientras la incendiaban, y quienes llamaron públicamente por medios de comunicación a la destrucción de la infraestructura petrolera y a la sublevación de la Policía y las FF. AA. están todos libres; y como la figura más visible de esos hechos adujo en la Fiscalía que necesitaba un traductor para poder declarar, entonces no es de sorprenderse que cierta dirigencia de la Conaie, alimentada por esta impunidad y por la agenda del odio de clases, del desconocimiento del Estado ecuatoriano como legítimo, del llamado a una gran nación indígena, llame nuevamente a la insurrección.

Para esto usan un argumento muy bien pensado, como bien piensan los terroristas donde ponen las bombas. Piden el congelamiento de los combustibles, sabiendo que eso es fiscalmente imposible, para tener la excusa de “no haber sido oídos por el Gobierno”. Lo mismo dijeron en el 2019; el libreto es muy conocido ya. Eso es casi como sentarse a dialogar con una persona, y pedirle como requisito previo que mate a un hijo. Es no querer dialogar.

La sociedad ecuatoriana no puede tolerar que una minoría que no ama, ni quiere al Ecuador, y que no cree en el Ecuador como una nación y un Estado que todos los demás reconocemos y amamos, nos imponga su caos, sus agendas antipatrióticas y su absoluto apego a la irracionalidad. (O)