Con certeza, como sociedad, los ecuatorianos priorizamos el nivel de lo urgente o de lo que requiere ser resuelto con rapidez. Nos sentimos abrumados por hechos que a menudo nos superan, porque no estamos preparados para hacerles frente ni en muchos casos sacar provecho de ellos. Las variaciones climáticas siempre nos encuentran desprovistos de medios y de formas para adaptarnos y continuar adecuadamente con la vida. Los inviernos destruyen lo que queda de muchas rutas y carreteras, porque no sabemos mantenerlas. Las épocas de sequía representan el incremento de la pobreza y de la precariedad, sobre todo en el campo, porque no estamos listos para esas circunstancias. Las catástrofes naturales nos sorprenden a menudo indefensos. Y, ya frente a los hechos consumados –los mencionados y todos los otros–, reaccionamos nerviosos y violentos para dar respuestas rápidas a esas vicisitudes.

Lo que es importante requiere de reflexión sensata y aplicación de virtudes, como la prudencia, el análisis mesurado, la ponderación de los hechos… Lo que es importante se relaciona con la capacidad de los pueblos de verse a sí mismos proyectados al futuro. Definir lo importante es el mejor camino para evitar y solucionar problemas; y, sin duda, es común a muchos individuos, familias y agrupaciones ecuatorianas, pero lamentablemente no lo es a nivel colectivo, pues como pueblo no lo hemos logrado en toda nuestra historia, con algunas excepciones que solamente confirman la regla.

La actual carretera Cuenca-Molleturo-El Empalme, concebida por primera vez en su idea básica de trazado por García Moreno en 1869, ejecutada en una inicial y fallida fase un siglo después por Velasco Ibarra en 1968 y concretada en el gobierno de Rodrigo Borja, es un ejemplo claro de una acción importante realizada desde lo urgente. Fue siempre un proyecto importante, porque la ciudadanía cuencana estaba expuesta y sin capacidad de reacción frente a los recurrentes bloqueos de la carretera Cuenca-Tambo-Durán, única que permitía la conexión con Guayaquil, realizados por habitantes de Cañar que utilizaron su competencia territorial como una forma de presión política para alcanzar sus reivindicaciones.

Lo que es importante requiere de reflexión sensata y aplicación de virtudes, como la prudencia, el análisis mesurado...

Lo urgente primó. La carretera fue construida por la mitad del Cajas, que ya era un parque nacional protegido desde 1977. Las obras destruyeron la naturaleza con la inmensa maquinaria que se utilizó para el proyecto. El material desalojado de la ruta arrasó con la vida vegetal y animal de las escarpadas laderas y afectó inmisericordemente a toda la reserva ecológica. Hoy, habitantes de Molleturo y de las comunidades del sector ya tienen problemas con la dotación de agua, y la carretera mal diseñada y mal construida es un peligro para todos. La flora, la fauna y el ambiente sufren por el ruido y la contaminación de todo tipo, y el recurso agua, vital sobre todo para Cuenca, está en riesgo.

Enhorabuena que existe un proyecto de autopista que tiene un recorrido diferente, más amigable con el ambiente. La carretera por el Cajas debe mantenerse para actividades de turismo y para las relacionadas con la vida y el desarrollo de la gente que vive a lo largo de ella. (O)