No hemos tenido suerte con los festejos de los bicentenarios de los hechos que jalonan nuestra independencia. La celebración del Primer Grito de Independencia del 10 de Agosto de 1809 fue devaluada porque los gobernantes de entonces no se entusiasmaban con lo que llaman “el golpe de los marqueses”. La conmemoración del 9 de Octubre se redujo trágicamente a la mínima expresión por la epidemia de COVID-19. Este año, el segundo siglo de la batalla de Pichincha de 1822 se recordó con la moderación impuesta por las secuelas de pandemia, pero algo se hizo.

Bicentenario: libros que reseñan la gesta independentista del 24 de mayo de 1822

La mejor huella, a veces la única huella, que dejan estos aniversarios son los libros que se editan, por esfuerzos privados o públicos, para comentar y dejar testimonio del hecho. La gesta del 24 de mayo se ha exaltado en un número parco de obras, eso sí significativas, entre las que rescatamos Pichincha, más allá de la batalla. Un lujoso volumen de gran formato dirigido por María Antonieta Vásquez Han, con la edición del artista visual Juan Diego Pérez y la asesoría del historiador Alfonso Ortiz Crespo. Con excelente impresión se reproducen muchas obras de arte, documentos, objetos históricos, partituras y fotografías de edificios y paisajes, relacionados con el hecho histórico. Los libros de tipo coffee table suelen, a cuenta de la calidad de las imágenes, obviar o descuidar el contenido escrito, pero este trae 40 textos de 24 autores calificados. Cuadros, planos y diagramas completan la información.

Pichincha, la batalla que legó libertad

Y tenemos la novela biográfica El fuego interior, de la escritora quiteña Águeda Pallares, quien deconstruye y reconstruye en un fluido relato la vida del mariscal Antonio José de Sucre. Los últimos años se ha discutido mucho sobre la validez de la novela histórica y la del género divergente, la historia novelada. Sin invalidar a esta última, declaro preferir frontalmente a la primera, pues en ella la historia debe manifestarse con pureza, pero permite que el aporte del novelista sea más creativo y analítico. Esto lo entiende muy bien la autora gracias al oficio desarrollado en cinco novelas históricas, un proceso en el que ha consolidado y acrisolado su estilo. Y, según ofrece, El fuego interior no será la última, sino más bien es la primera de una saga de tres volúmenes. El enfoque es ambicioso, pues se traza un retrato humano y psicológico del militar. Obra madura y profunda cuyo acento cristalino se aclara más porque no se limita al clásico drama de personajes históricos, sino que también tiene ojos para el paisaje, la naturaleza y los habitantes indígenas, mientras destaca la presencia de las mujeres en la trayectoria del mariscal.

Gabriel Fandiño y Freddy Avilés hacen una mirada con lupa a las hazañas de independencia en su primer libro juntos

Pura coincidencia, a principios de diciembre di con un facsímil electrónico de Relación de un veterano de la independencia, de Carlos R. Tobar, publicada originalmente en 1895. Una de las primeras novelas de la literatura ecuatoriana y, casi con seguridad, la primera claramente encuadrada en el género de narrativa histórica. Precursora, inocente pero no cándida, se centraliza también en la batalla de Pichincha. Fue el primer eslabón de esta cadena de esfuerzos por recrear la historia del país a través de la ficción crítica. (O)