Todos sabemos que las consultas populares son una prueba sobre la aceptación o rechazo al Gobierno de turno. El pueblo rechazó al Gobierno. Es claro. Pero esta realidad no debe confundirnos.
Los Gobiernos son medidos en función de la atención de las necesidades públicas y de su habilidad para comunicarse con el pueblo. El actual se ha esmerado como ninguno en combatir la delincuencia organizada. De hecho, los ministros de Defensa y del Interior merecen todo el reconocimiento, pero los muertos a causa de la delincuencia son cada vez más. Esto significa que el poder de la delincuencia es brutal y habrá que ingeniarse en combatirla de manera furibunda, sin descuidar el eje preventivo.
Hay otros problemas muy graves: la salud pública está en su peor momento. Los reportajes abundan sobre las carencias hospitalarias. Es una situación desesperante. El Gobierno debe dar un giro de 180 grados en el modelo de atención y en el de contratación. Aquello de las derivaciones hospitalarias es un dolor de cabeza (yo creo que debe contratarse a responsables de los servicios de salud para que sean ellos quienes seleccionen y controlen las derivaciones y sus servicios, aplicando altos estándares de calidad).
Debe mejorar el Gobierno los sistemas informáticos de la Administración pública. Hay casos dramáticos. El “no hay sistema” es una figura cada vez más repetida. Los conflictos políticos dramáticos deben ser superados. Generan un ambiente de hastío ciudadano.
Téngase presente que los noticieros nos inundan de noticias negativas. Muchas veces comienzan con crónica roja.
El círculo de trabajo del presidente debe ser excelente. No hay alternativa. Noboa sabrá quién le dice que sí a todo y no crítica sus proyectos. Al menos en el mundo político, los incondicionales son un problema.
Aquello de ver en la Corte Constitucional un rival que entorpece sus leyes de emergencia fue un error. La Corte tiene sus errores (como aquel de ordenar la conformación de una comisión interinstitucional de coordinación, planificación e implementación de medidas estructurales sin sustento constitucional), pero la Ley de Integridad Pública no podía salvarse de la inconstitucionalidad por la forma. Las fotos de los jueces en vallas fue un error.
Por último, que los servicios de salud del IESS pasen al Ministerio de Salud, que es un indiscutible caos, generó mucha preocupación, lo cual seguro influyó en la votación.
Como ecuatoriano quiero el éxito del Gobierno. Más aún, su triunfo es una necesidad pública. Hay quienes opinamos sin influencia de nadie, sin odio. Este tipo de opiniones pueden ser tomadas en cuenta. Son producto de la buena fe, no del cálculo. Vendría bien refrescar las líneas, como en el fútbol. Alejar la toxicidad. Hay que hacer realidad aquello del “nuevo Ecuador”. Nuestro pueblo es un pueblo sufrido, y busca la prosperidad. Esta, en parte, depende del Estado: no puede haber prosperidad allí donde no hay seguridad. Hay que definir caminos y estrategias para lograr una buena administración, y cumplirlos a cabalidad. Reencontremos la paz que un día perdimos. (O)