“La que nunca se rinde” es el título de una pegajosa canción que interpreta Martha Sánchez, y que resulta oportuna disfrutarla cuando la patria sigue, su gente se levanta y continúa adelante a pesar de los atentados terroristas. Y Guayaquil principalmente, poblada por personas que son capaces de levantarse una y otra vez de la ceniza, y no son gente de madera: son de acero reforzado, así lo demuestra su tesón y voluntad.
La voluntad es el motor que permite que las personas realicen las actividades con fuerza. Y fue la psicología humanista la que ubicó a la voluntad como un concepto central; particularmente Abraham Maslow la consideró como una fuerza integrada a la expresión del ser humano.
Alguien posee voluntad cuando su capacidad interna orienta su comportamiento hacia un objetivo, es decir, a la realización de sus potencialidades. Pero volvamos a la canción interpretada por Sánchez, que entre sus frases potentes dice: “Esta es a la que nadie le quita más el sueño (…) y la que decidió ser más feliz (…), esta es la que siempre responde, la que crece ante la adversidad”.
Son frases inspiradoras para celebrar las dificultades de la vida. Es cierto, quisiéramos un país en paz, con políticos coherentes que se unan en una fuerza sólida para enfrentar a la delincuencia organizada. Y movimientos sociales que aporten desde la integración en las acciones fundamentales del país.
Pero no siempre es así. Como lo mostró Maslow, hay quienes defienden sus intereses por encima de propósitos elevados, y descubrió que a todos nos mueven diferentes valores. Con esa idea construyó lo que se conoce como la pirámide de las necesidades. En la base de la pirámide están las necesidades fisiológicas, entre esas la alimentación, la necesidad de refugio y seguridad.
Pero las personas trascendentes, las que nacen de entornos inclusive difíciles, tienen como característica identificar motivos superiores, anhelos profundos, que se transforman en ese motor de la voluntad. Un ideal profundo hace que las personas soporten muchas cosas, porque tienen claro un propósito.
Y en medio de este escenario marcado por atentados terroristas, violencia y delincuencia, necesitamos gente que no se rinda, que tenga un propósito tan elevado y noble que les permita crecer ante la adversidad. Y esperemos que esos propósitos sean éticos, nobles y verdaderos. Porque también la delincuencia organizada o los que hacen fraudes pueden tener metas de convertirse en los más destacados delincuentes en su campo.
Ojalá los sueños nobles, las ideas profundamente humanas sean las que primen en el país. Ojalá el sentido que marque el corazón de cada persona en este país se bañe de energía para construir un país mejor. Porque la felicidad individual no está aislada de la felicidad de otros. Imagínese si solo usted tiene bienestar y la gran mayoría vive en miseria. Su felicidad durará poco, porque el entorno empobrecido terminará siendo agresivo con usted. De tal forma que debemos juntar voluntades para levantarnos de esta crisis enorme. (O)