En muchas ocasiones a través de esta columna me he referido a este término tan usado por los tiranos del socialismo siglo XXI: la élite cubana, Chávez, Maduro, Ortega, los Kirchner, Evo, y demás. Hablan despectivamente del ‘imperio’, y básicamente esto se refiere a los EE. UU. Ese país es para ellos el engendro del mal, ese país ‘explotador’ es el causante de la pobreza latinoamericana.

Y ese cuento de la izquierda, que adormece y embrutece la razón, para no hacernos dar cuenta de que cada cual es dueño de su destino y que es el esfuerzo y las correctas políticas lo que sacan a un país adelante, ha sido muletilla de muchos políticos, y en especial de aquellos que en el populismo de izquierda han devastado últimamente a varias naciones de la región, incluyendo la nuestra.

Pero una vez más, ‘el imperio’ nos da un bofetón. Es en el sistema judicial del ‘imperio’ donde comienzan a estar presos las personas claves del caso Isspol. Es a través de ese sistema judicial que el ‘Fifagate’ pudo destaparse. Es a través de esa institucionalidad que muchas de las cosas del caso Odebrecht se pudieron conocer.

Y mientras esto ha pasado, y los ciudadanos latinoamericanos hemos podido comprobar y entender casos graves de corrupción, ¿Qué han hecho los sistemas judiciales de los países del SSXXI? Perseguir a los opositores, ser viles instrumentos de los Gobiernos autoritarios y tiránicos. Destruir la institucionalidad, sin la cual no hay posibilidad alguna de que un país se desarrolle.

Pero vamos más allá: ¿qué ha hecho el sistema judicial de la China? ¿Nos ha permitido o ayudado a descubrir casos de corrupción? ¿Qué ha hecho la ‘libertad de prensa’ en ese país donde la misma no existe? En el caso del Ecuador, mientras el SSXXI y la FaRC se apuraban a enemistarse con el Banco Mundial, con el FMI, con el ‘imperio’, y buscaba refugio en la China para dejarnos endeudados, se firmaban contratos ‘reservados’ de deuda, contratos ‘reservados’ petroleros, para hacer el gran negociado luego de centrales hidroeléctricas cargadas de corrupción. ¿Dónde está el destape de todo esto? ¿Qué habría pasado si esas obras se hacían con empresas del imperio? ¿Se habría podido tener tanta corrupción?

Con la serenidad que da el paso del tiempo, podemos ver que el cuento del ‘imperio’ tiene un elemento práctico para regímenes corruptos. Alejarse de un sistema como el europeo y del norteamericano, donde hay transparencia, libertad de prensa, institucionalidad jurídica, independencia de la justicia, y que por lo tanto, no permite las fechorías, que sí se pueden hacer cuando se negocia con quienes no tienen estas características.

Sigue siendo vergonzoso que desde el exterior vengan las denuncias, las evidencias, las pruebas, y que los sistemas judiciales de los países afectados ‘sigan el paso’ al sistema judicial del ‘perverso imperio’ que es el que nos permite destapar tanta y tanta corrupción.

Ojalá que el cuento populista, la mentira infame del SSXXI no vuelva a apoderarse de nuestro pobre país, porque atrás de ellos también está vincularse a sistemas y países que garantizan la impunidad. (O)