La puerta principal de la Casa Botines, en la ciudad de León (España), está coronada por una estatua de san Jorge matando a un caimán. ¿Cómo que un caimán, si san Jorge se enfrentó con un feroz dragón para salvar a una doncella en Capadocia? Bueno, es que, cuando los españoles llegaron a nuestra América conocían solo por cuentos a los dragones, pero aquí se encontraron con los caimanes y seguramente dijeron asombrados: Ah, ¿esto era un dragón?
La Casa Botines es un palacio diseñado por Antonio Gaudí en 1890 para una firma de tejidos de dos empresarios leoneses. Gaudí no representó a san Jorge ecuestre, hincándole a un dragón alado por su boca llameante la lanza de caballero, porque no creía en la leyenda del dragón y la doncella: como buen devoto de sant Jordi, prefirió una imagen realista del patrono de Cataluña. Después de una buena restauración, sigue allí la versión pedestre de san Jorge matando un caimán con una chuza por su lomo, como lo habrá hecho más de un castellano cuando se enfrentó con uno de esos por estas playas.
Cuando españoles y portugueses llegaron a nuestra América, se encontraron con tigres, leones, dragones y otros animales que nunca habían visto pero sí los tenían en sus libros de caballería, o los conocían por las historias, cada día más exageradas, de los que volvían de sus viajes por el mundo. Por eso, cuando vieron al caimán dijeron dragón; cuando se toparon con un puma lo llamaron león; y cuando conocieron al jaguar le pusieron tigre.
Justo se llama El Tigre la localidad argentina donde los carpinchos se están reproduciendo como conejos. La noticia ha estado en los medios de Buenos Aires, pero también ha llegado al resto de la Argentina y al mundo, porque parece que los vecinos de una exclusiva ciudadela están preocupados por una invasión de carpinchos que no los deja vivir tranquilos. Nordelta se llama el emprendimiento inmobiliario; es una ciudad entera con zonas residenciales de distinto nivel, edificios, departamentos, colegios, centros comerciales, áreas de deportes... pero sobre todo tiene mucha agua, lagunas, canales, embarcaderos... justo lo que más les gusta a los carpinchos, además de las cosas ricas que dejan los vecinos en sus tachos de basura, y también les gusta comer sus tiernas plantas, y masticar troncos, muelles, puertas, que para algo son el roedor más grande del planeta.
¿Quiénes son los invasores?, ¿los carpinchos o los vecinos de Nordelta? Si no hay caimanes ni jaguares que se los coman, los carpinchos se reproducen a sus anchas, y si no dejamos a los humanos depredar a los carpinchos, resulta que vamos a tener que llamar a los jaguares; pero los jaguares se comen a los humanos... Es que los seres humanos somos parte de la naturaleza, pero además somos los peores depredadores de todo lo que nos rodea, y como buenos depredadores tenemos que convivir con lo que depredamos, porque si se nos termina lo que depredemos, nos depredamos a nosotros mismos. Es la enseñanza de los carpinchos de Nordelta: o convivimos con el resto de la naturaleza o nos estamos suicidando en masa. (O)