A principios de este año me topé con un libro del gran historiador venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001) así titulado. Se trata de una colección de ensayos acerca del hito histórico que se conmemora el 12 de octubre: “el día de la raza”, “la conquista” o “el encuentro de dos mundos”. La manera en que lo denominamos nos revela cómo percibimos ese hito.

Uslar Pietri sostiene que “la creación del Nuevo Mundo fue cataclísmica y de ella surge un hecho humano nuevo”. Luego agrega que “en el nacimiento del capitalismo financiero y de los modernos sistemas monetarios está la avalancha de metales preciosos americanos”.

No entendí bien esta afirmación hasta que vi esta semana el documental de José Luis López-Linares, España: la primera globalización, donde se explica justo al inicio que fue precisamente la reforma tributaria de la dinastía Ming de China –que comprendía pasar de cobrar impuestos en especies, como el arroz, a cobrarlos casi enteramente en plata– lo que derivó en una conexión con la España de los Habsburgos –imperio que le proveyó a China la plata de América–.

Entonces, fue España “el eslabón entre China y Occidente”, derivando en lo que el documental denomina “la primera globalización”. De esa circunstancia surgió la primera moneda internacional: el real de a 8, cuyo símbolo sobrevive hoy en el $. Antes de eso, el Imperio español había logrado constituirse en el primer imperio mundial ultramarino y, dado que las Filipinas eran ya parte del imperio, fue a través de Manila que la plata de las Américas llegó a la China imperial.

El documental resalta la importancia del descubrimiento de América para grandes avances en las ciencias y en las humanidades. En la Universidad de Salamanca, por ejemplo, se emprendió una reforma del calendario juliano en 1582, que permitió que el mundo transite hacia el estándar universal del calendario gregoriano. Esta reforma fue posible gracias a la información aportada por las numerosas expediciones de navegación. También de Salamanca, un fraile dominico, Francisco de Vitoria, se planteó la cuestión de si los monarcas españoles tenían el derecho de conquistar “las Indias”, a lo que respondió que los indios tenían derechos naturales y el derecho al autogobierno. Esta era la primera vez que un imperio se preguntaba si tenía derecho a la conquista.

Pero volviendo a Uslar Pietri, es a través de “un juego de espejos deformantes” que los iberoamericanos no nos conocemos ni mucho menos reconocemos. Él rescata que, “en la gran empresa renacentista de renovar la visión del mundo y crear una nueva dimensión del paisaje humano, el papel de los españoles fue fundamental. La creación o la invención del Nuevo Mundo, que va a transformar toda la mentalidad europea y a iniciar la Edad Moderna, es una empresa hispánica”.

Lejos de ser percibido como un “pecado original” en nuestro origen, el descubrimiento que se conmemora este fin de semana debe ser recordado como el inicio de la primera globalización. También como nuestro ingreso en esa gran familia que es Occidente. Hay que, como dijo Uslar Pietri, “asumir nuestro pasado en su totalidad, sin exclusiones, para poder reconciliarnos con nosotros mismos y asumir la plenitud de nuestras múltiples herencias”. (O)